Odio el rock

¡Como odio el rock! No soporto el plúmbeo género, las afiladas guitarras, la intensidad en la sensación ni el impasible ademán. Sólo hay algo que odio más que el Rock y es el Rock Moderno, que está tan en boga y tan a la última. Odio ese Imperio de la Fealdad en que se ha convertido el mainstream, las vacaciones underground en Berlín, el glitter isotónico y el cutre-lux de gran superficie.


Experimental Social Failure son Rock y no estarán de moda nunca. Ellos también odian el Rock Moderno, están en Berlín y les revienta el Rollo Qué De Berlín Vengo... Su glitter es del de antes, del cutre, canalla y enrrollao. Lo mismo que el de unos Stooges o un Mark E. Smith. ESF son un dúo en el que milita Ernesto García, al que algunos reconocerán por el excelente, discontinuo y revelador blog Ernesto en Berlín (enlazado en la barra lateral de este blog). Ernesto tenía que haber salido hace medio año en estas páginas, con una maqueta monumental de 25 canciones (sic), pero la acuciante actualidad lo impidió de manera injusta. En ESF también milita un rock and roll animal que parece escapado de Los Setenta, Tobias Johanssen. El dúo hace un Rock Estiloso que bebe de Las Fuentes Primigenias (Los Stooges). ESF ha cambiado, sin embargo, la inocencia locuela por el resabio frío, una mala baba controladísima, y una cosa contenida que queda más neoyorkina que berlinesa. Ausencia de vergüenzas tontas, estilo, actitud, imagen sexy y extrema... ESF están aquí para aclarar que las guitarras hirientes, las frases hechas, la actitud descerebrada (breaking the law, leave me alone, down down down...), son las únicas recetas de la música buena. El resto es mierda y actitudes parasitarias. Si no se lo creen escuchen sus canciones y luego prueben a bajarse el disco de Triángulo de Amor Bizarro.




Usted, también odia el Rock. Como yo, lo mismo exactamente. Pero también lo ama. Como todos. Ya lo decían los Jesus. Y ESF lo odian más que usted, más que yo porque lo aman más. Y tienen más actitud y les repatean más los modernos y los advenedizos. Por eso reducen sus gestos a la mínima expresión de lo esencial, se centran en los códigos más genéticamente puros del estilo para esculpir el cliché en marmol. Frente a la caña gratuíta de unos Liars, ellos se centran en la repetición taruga, se entregan al sonido ashetoniano, se aplican con las voces arrastradas, el barriobajerismo conceptual, las baterías martilleantes y la eletrónica proto-punk. A-modernos, a-conceptuales, a-normales... harán olvidarse de melodías, coros, flequillos por un rato. Y recordar cuál fue la primera gasolina que alimentó el Ruido y la Furia de una música antaño juvenil. También le dirán, con un cierto cachondeo y exactitud, lo lejos que estamos ya de aquello; ahí está su (nuestro) fracaso social experimental. Y sí, seguirá odiando el Rock. Más incluso de lo que lo hace ahora. Pero volverá sobre las cuatro canciones de su MySpace. Como hemos hecho todos, porque también amamos el Rock. Aunque no os acordemos bien de cómo ni por qué.