Llevo unos días obsesionado con la nueva maqueta del dúo Espanto. Dándole vueltas y más vueltas, devanándome los sesos, sin saber qué decir. Porque la cosa es tan única, tan buena y tan hermosa que no es necesario que venga un bloguista sin talento a glosar, enmendar, querer contar o apostillar lo dicho por cuatro versiones que son una maravilla. La maqueta de versiones del dúo Espanto ¿hace falta decir más? No, son las palabras exactas para que quien les quiere, les conoce o les admira entiendan que se trata del guiño amable y el gesto cómplice.
Pero ¿hay quién todavía no les conoce? Pues precisamente para llamar la atención de esos despitados escribo unas palabras que sobran y hablo de más sobre Canciones en la hoguera (maqueta autoeditada, 2007) , la última joyita de este par de tunantes. Cuatro homenajes, cuatro adaptaciones, cuatro versiones y, al final, cuatro canciones de Espanto, ¡qué caray! Porque ellos, Teresa y Luis (con una mano que les haya echado César) han conseguido hilar fino en el arte de la traducción musicada y logran eso que dicen siempre los críticos de rock de los discos de versiones: hacer suyas las canciones. Y las canciones acaban por pedir ser suyas porque las quieren y cuidan. Se dejan querer y cuidar (las canciones, digo) y terminan por hablar en el mismo idioma que Teresa y Luís; un idioma, por cierto, que va mucho más allá de su finísimo castellano.
Invitan a su casa a Stephin Merritt, un tipo desagradable, y le tratan con amabilidad y simpatía. Y el hombre termina por dar su brazo a torcer en la mágica Tiempo para el rock. Y reconoce, como lo ha hecho Karpov! en su fuero interno, que ya habrá tiempo para tanta música y tanta monserga. Pero hoy te pediriría ir a los toros... de mayores ya habrá tiempo para el rock. Atinadísima crítica a ese academicismo imperante que trata la música como si fuese una disciplina y se olvida de ir a baile. Dan un paseo por el parque, junto al río, con los Galaxie 500 y cantan entre todos la hermosísima y sincera declaración que es La Barca. Tan mágica, tan triste, tan bonita y tan rotunda; ya no quiero ir a más fiestas /ya no quiero hablar con aquel / ya no quiero conocer a más gente ahora quiero dirigir mi propia barca... Sí, concluyen entre todos al atardecer, habrá que aceptar la madurez con lo malo que tenga; pero también tendrá que aceptar el mundo que no queramos llevar las maletas de nadie, caer muy bien o estar en los sitios feos... Un precioso alegato (sí, aquí la palabra no suena hueca ¿se dan cuenta?) al que invitan a La Insidia, otros amigos. Y se acaban dando todos un abrazo. Y terminan haciendo un chiste y riendo juntos.
Tom Waits aparece haciendo el indio y reconociendo que, por muy adulto que nos parezca, tampoco le hace demasiada gracia la vida adulta. Yo no quiero crecer es la brillante secuela doméstica de aquel miedo a las cosas normales que sigue dando tanto miedito. Pero, como dice el refrán, quién canta su mal espanta, y los Espanto espantan su mal y el nuestro. Y esbozan una mueca de cariño por esa tremenda vida adulta que, en el fondo, no es menos ridícula que la del joven. Si alguién me dijese que ya he escuchado El ropavejero al desconocido mexicano Francisco Gabilondo Soler, sentado en el salón de la casa de Teresa y Luís, me lo creería también. Un colofón perfecto a una maqueta que más parece un día con viejos amigos pasado en ese Logroño eternamente soleado que es el suyo (y un poco también el mío) que un disco de versiones.
Los Espanto hablan en las notas interiores de admiración y pasión, a la hora de citar los móviles principales de esta maqueta. Yo, me van a perdonar si me pongo sentimental, añadiría el Amor (con una grandísima mayúscula) por estos músicos, por estas canciones y por la vida al lado de unos y de las otras. Un Amor expresado con un talento enorme y sincero; envuelto en preciosos dibujos con lápices acuarelables, arropado por una hermosa y rara sencillez que demuestra que Teresa y de Luís es descomunal tienen una descomunal maestría para la música. Yo no puedo decir mucho más, porque son amigos míos. Son unas personas que han sido excepcionales en mi vida y no puedo ser imparcial cuando hablo de ellos. Creo, eso sí, que han expresado como nadie el excepcional cariño y hermosura que puede conjurar la música pop en nuestros corazones ¿Exagero en este post? No, porque lo escribo para llamar la atención de aquellos que no se hayan acercado todavía a su música y a su mundo. Y, para, de una manera muy rebuscada, darles las gracias, enviarles un abrazo y decirles un "amigos, cómo me ha gustado vuestra maqueta".
Espanto están inmersos, además, en el programa Apadrine un Espanto, en el que usted (sí, usted) puede colaborar comprando su nueva maqueta. Basta con enviar un correo a patron@fulgenciopimentel.com. No sólo tendrá en su casa un bonito disco sino que, además, dormirá con la conciencia tranquila ya que todas las ganancias se destinarán a editar un precioso vinilo de 10 pulgadas con canciones nuevas y clásicos indiscutibles del dúo.
Invitan a su casa a Stephin Merritt, un tipo desagradable, y le tratan con amabilidad y simpatía. Y el hombre termina por dar su brazo a torcer en la mágica Tiempo para el rock. Y reconoce, como lo ha hecho Karpov! en su fuero interno, que ya habrá tiempo para tanta música y tanta monserga. Pero hoy te pediriría ir a los toros... de mayores ya habrá tiempo para el rock. Atinadísima crítica a ese academicismo imperante que trata la música como si fuese una disciplina y se olvida de ir a baile. Dan un paseo por el parque, junto al río, con los Galaxie 500 y cantan entre todos la hermosísima y sincera declaración que es La Barca. Tan mágica, tan triste, tan bonita y tan rotunda; ya no quiero ir a más fiestas /ya no quiero hablar con aquel / ya no quiero conocer a más gente ahora quiero dirigir mi propia barca... Sí, concluyen entre todos al atardecer, habrá que aceptar la madurez con lo malo que tenga; pero también tendrá que aceptar el mundo que no queramos llevar las maletas de nadie, caer muy bien o estar en los sitios feos... Un precioso alegato (sí, aquí la palabra no suena hueca ¿se dan cuenta?) al que invitan a La Insidia, otros amigos. Y se acaban dando todos un abrazo. Y terminan haciendo un chiste y riendo juntos.
Tom Waits aparece haciendo el indio y reconociendo que, por muy adulto que nos parezca, tampoco le hace demasiada gracia la vida adulta. Yo no quiero crecer es la brillante secuela doméstica de aquel miedo a las cosas normales que sigue dando tanto miedito. Pero, como dice el refrán, quién canta su mal espanta, y los Espanto espantan su mal y el nuestro. Y esbozan una mueca de cariño por esa tremenda vida adulta que, en el fondo, no es menos ridícula que la del joven. Si alguién me dijese que ya he escuchado El ropavejero al desconocido mexicano Francisco Gabilondo Soler, sentado en el salón de la casa de Teresa y Luís, me lo creería también. Un colofón perfecto a una maqueta que más parece un día con viejos amigos pasado en ese Logroño eternamente soleado que es el suyo (y un poco también el mío) que un disco de versiones.
Los Espanto hablan en las notas interiores de admiración y pasión, a la hora de citar los móviles principales de esta maqueta. Yo, me van a perdonar si me pongo sentimental, añadiría el Amor (con una grandísima mayúscula) por estos músicos, por estas canciones y por la vida al lado de unos y de las otras. Un Amor expresado con un talento enorme y sincero; envuelto en preciosos dibujos con lápices acuarelables, arropado por una hermosa y rara sencillez que demuestra que Teresa y de Luís es descomunal tienen una descomunal maestría para la música. Yo no puedo decir mucho más, porque son amigos míos. Son unas personas que han sido excepcionales en mi vida y no puedo ser imparcial cuando hablo de ellos. Creo, eso sí, que han expresado como nadie el excepcional cariño y hermosura que puede conjurar la música pop en nuestros corazones ¿Exagero en este post? No, porque lo escribo para llamar la atención de aquellos que no se hayan acercado todavía a su música y a su mundo. Y, para, de una manera muy rebuscada, darles las gracias, enviarles un abrazo y decirles un "amigos, cómo me ha gustado vuestra maqueta".
Espanto están inmersos, además, en el programa Apadrine un Espanto, en el que usted (sí, usted) puede colaborar comprando su nueva maqueta. Basta con enviar un correo a patron@fulgenciopimentel.com. No sólo tendrá en su casa un bonito disco sino que, además, dormirá con la conciencia tranquila ya que todas las ganancias se destinarán a editar un precioso vinilo de 10 pulgadas con canciones nuevas y clásicos indiscutibles del dúo.
3 comentarios:
Karpov, aún estás a tiempo de dejarte seducir por Gabilondo Soler. Yo no tenía ni idea de que ése era el compositor que había puesto la banda sonora de mi infancia hasta que vinieron los Espanto con su wikipedia particular a poner en orden mis recuerdos.
Sus canciones para niños son absolutamente imprescindibles. Lo digo ahora, en la situación en la que estoy, pero también hace dos, siete, o quince años. Una maravilla de tío. Échele un oído a algún recopilatorio que tiene y déjese encantar.
Por otro lado: Los Espanto, aaahhhh... (suspiro de admiración)
Karpov, te ha salido el post más sentido y bonito de tu historia. Será la inspiración que te da escuchar a Los Espanto. Una preciosidad y una maravilla de personas musicales.
Me encantaría apadrinar un espanto y realizar una generosa donación para bien de la humanidad. ¿Te la puedo ingresar en la misma cuenta a la que te envío el dinero de ayuda a este blog? Es que lo de enviarla a un correo con dirección "patrón" me da yuyu.
Un apapachamiento a los Espanto si me leen estas líneas. Y gracias por la inspiración.
me encanot este arte un besote mi email mi email es lucia_lucre25@hotmail.com me llamo lucia
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