Lo hemos visto reproducido en tebeos, en películas de serie B, en episodios de ciencia ficción... Ha poblado noticias de prensa, todas nuestras pesadillas atómicas y muchos de nuestros ensueños futuristas. El pictograma de Peligro Radiactivo, una de las figuras de la cultura pop con más fuerza visual, sucumbe ante el pragmatismo comunicador. ¿El Signo de los Tiempos? Las clásicas y cuidadosamente elaboradas pesadillas de Destrucción Mutua Asegurada quedan démodé ante la difusa cultura del horror low cost.
Perfectamente sobrio, sencillo y rotundo... el viejo átomo radiante nos dice adiós. A lo largo de media centuria ha sintetizado a la perfección el terror atómico. Fondo y forma encajaban a la perfección en la vieja fábula de la disuasión. Contenido, rotundo, cientifista y aséptico, el pictograma expresó a la perfección los temores populares impuestos a la población que acompañaron el advenimiento de la Era Atómica. Junto al radiante elemento, surgieron mutantes y héroes fruto de complicados experimentos radiactivos; siniestras y amargas pesadillas de destrucción total fueron causa de desvelos. Lluvia radiactiva, guerra nuclear, refugios anti-nucleares, juegos de guerra, el Dr. Bruce Banner, Hiroshima Mon Amour... Todo decorado con el omnipresente símbolo, que servía para que, cada uno a su manera, fuese amando la bomba y su fría y letal lógica.
Creado en los años cuarenta, en la Universidad de Berkeley (California), se convirtió en el icono de una época, la Guerra Fría, que, en muchos aspectos, aparece ahora como un lejano cuento de horror pop. La OIEA (Organismo Internacional para la Energía Atómica), sin embargo ha decidido eliminarlo ya que, según ellos, no se entendía correctamente. Ahora que el plutonio y el polonio se han incorporado a un imaginario en el que los artefactos nucleares son parte de una farsa de cutre-horror, en la cual cuentan más los efectos especiales que la habilidad en el guión, cambia el sobrio pictograma por una complicada y sóridida danza macabra que incluye calaveras y gente que corre despavorida, sobre una sanguinolienta superficie triangular.
Este cambio nos recuerda que la creciente fealdad estética tiene un papel decisivo a la hora de acentuar el control mental. La señalética se adpata a los nuevos tiempos. Nos quitan así un icono pop que sugería un elaborado apocalípsis tecnófilo y modern style y, a cambio, nos entregan unas horrorosas instrucciones para la muerte que ni siquiera cuentan con el aparente encanto snuff de las cosas que hemos podido ver este año por ARCO. En fín, ésta es la tendencia: nuevos iconos más feos para horrores más pueriles, chungos y menos imaginativos.
Perfectamente sobrio, sencillo y rotundo... el viejo átomo radiante nos dice adiós. A lo largo de media centuria ha sintetizado a la perfección el terror atómico. Fondo y forma encajaban a la perfección en la vieja fábula de la disuasión. Contenido, rotundo, cientifista y aséptico, el pictograma expresó a la perfección los temores populares impuestos a la población que acompañaron el advenimiento de la Era Atómica. Junto al radiante elemento, surgieron mutantes y héroes fruto de complicados experimentos radiactivos; siniestras y amargas pesadillas de destrucción total fueron causa de desvelos. Lluvia radiactiva, guerra nuclear, refugios anti-nucleares, juegos de guerra, el Dr. Bruce Banner, Hiroshima Mon Amour... Todo decorado con el omnipresente símbolo, que servía para que, cada uno a su manera, fuese amando la bomba y su fría y letal lógica.
Creado en los años cuarenta, en la Universidad de Berkeley (California), se convirtió en el icono de una época, la Guerra Fría, que, en muchos aspectos, aparece ahora como un lejano cuento de horror pop. La OIEA (Organismo Internacional para la Energía Atómica), sin embargo ha decidido eliminarlo ya que, según ellos, no se entendía correctamente. Ahora que el plutonio y el polonio se han incorporado a un imaginario en el que los artefactos nucleares son parte de una farsa de cutre-horror, en la cual cuentan más los efectos especiales que la habilidad en el guión, cambia el sobrio pictograma por una complicada y sóridida danza macabra que incluye calaveras y gente que corre despavorida, sobre una sanguinolienta superficie triangular.
Este cambio nos recuerda que la creciente fealdad estética tiene un papel decisivo a la hora de acentuar el control mental. La señalética se adpata a los nuevos tiempos. Nos quitan así un icono pop que sugería un elaborado apocalípsis tecnófilo y modern style y, a cambio, nos entregan unas horrorosas instrucciones para la muerte que ni siquiera cuentan con el aparente encanto snuff de las cosas que hemos podido ver este año por ARCO. En fín, ésta es la tendencia: nuevos iconos más feos para horrores más pueriles, chungos y menos imaginativos.
1 comentario:
La señal nueva también podría usarse en el cine en verano, para avisar de que tienen el aire acondicionado en modo polar y que si vienes con poca ropa lo mejor es que te acerques rápido a por una chaqueta si no quieres morir de pulmonía.
A mí me hubiera parecido más molón poner un carácter chino de radiación y santas pascuas. Lo entendería directamente una mayoría simple de humanos. Y el resto nos lo aprendemos y punto. Y acaba dándonos miedo. Igual que nos aprendimos que un inofensivo ventilador avisaba en realidad de algo muy chungo, o que su variante tattoo tribal no indicaba una rave sino un peligro biológico. Y como van diciendo por ahí que el chino se acabará imponiendo, pues eso que tenemos ganao.
El futuro está siendo digno de verse.
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