Lo pequeño es hermoso y, en infinidad de ocasiones, invisible para la gran mayoría. Pants Yell! son un diminuto grupo formado por tres personas. Un micro-conjunto de indie monolítico y casi extremo que con una guitarra, un bajo y una batería está dejando himnos secretos a la impericia, la sensibilidad y la recolotería. Con estas premisas es fácil imaginar que, desde su aparción hace unos meses, su último disco Recent Drama (Asaurus Records , 2006) ha sonado y sonado en mi hogar, en mi pequeño iPod y en mi cabeza infinitas veces. Irritantes, sensibles, deliciosos, cenutrios, afectados, Pants Yell! representan todo lo que se puede pedir a un grupo de indie-pop. Así que, quién tenga nostalgia del sonido de lata, la falta de habilidades interpretativas y las canciones bonitas puede seguir leyendo...
Mira que llevo meses esperando que la hiperactiva blogosfera indie diga algo de este grupo, sin embargo nadie ha dicho nada de nada. Y resulta curioso, porque desde el mismo momento que cayó en mis manos su primer CD-R, Songs for Sibling (Asaurus, 2004) pensé que se convertirían en un auténtico fenómeno de culto subterráneo. Sin embargo, debe ser que el volúmen de infotainment es tan elevado que, todas aquellas propuestas que no pasen por el consabido autobombo a través de MySpace están abocadas a la indiferencia planetaria. Y la verdad, es que los Pants Yell! a pesar de tener un curioso y distintivo nombre han hecho muy pocos esfuerzos autopromocionales. Apenas un espacio con unas cuantas canciones colgadas, unas fotos por allá y un concierto en un parque colgado en YouTube (y que hace gala de una realización digna de vídeos de primera).
Sin embargo, lo tienen todo para ecantar a la nación indie pop. Formados en una escuela de arte de Boston, Pants Yell! se reúnen en 2003 sin demasiadas pretensiones imagino. Siguen la estela de otros minúsculos grupos americanos, sobre todo la de los deliciosos Tullycraft, y hacen del desenfado, de la parquedad instrumental y de la vocación melódica su seña de identidad. Como es común también en el género, las canciones son arrastradas con impostada pereza por una vocecilla que hace sus pinitos loureedianos (vía Lloyd Cole, todo hay que decirlo) y ensaya (en sus momentos de mayor autoconfianza) gogoritos morriseyanos. En ese mismo año graban la maqueta Our horse calls (Best Kept Secret , 2003), de la que se extae el himno '83 in '03, toda una declaración de principios dedicada a Alan McGee, y la aproximación al imaginario indie que representa la irónica Sarah vs. Shinkansen.
Así, mientras otros paisanos como los Smittens miran hacia esa Suecia de la mente y se decantan por propuestas más twee, los de Boston se cierran en banda y se encastillan en su pop desnudo y sutil y en su tendencia al autismo cenutrio. En 2004, graban el delicioso CD-R Songs for siblings, obrita que debería estar en cualquier buena discoteca de indie novísimo y que contiene el germen de lo que sería luego el supremo disco Recent drama: guitarras jangly, tambores y sentimentalidad a raudales, coros candorosos... y gemas como Go big blue, Bi-coastal serenade o la exquisita Public Gardens, posiblemente la canción que mejor describe el estilo pants yelliano. No tengo que decir que, para mi este CD-R me convirtió en fanático de la banda y, desde entonces, no pierdo ocasión para declararme fan irredento, lucir la chapita que regalaban con su compra y recomendar su escucha atenta.
Y, por fín llegamos al año 2006 y al lanzamiento del mencionado Recent Drama. Lo que antes se apuntaba como maneras, aquí ya aparece convenientemente concretado y pulido. Las canciones siguen estando centradas en un indie-pop melódico pero menos y ellos se muestran mucho menos derivativos. Así, el disco se abre con la rotunda Kids are the same, en la que adquieren un tono más combativo que de costumbre y continúa con canciones tan asombrosas como We've got history o Your feelings don't show. Sigue estando presente la fascinación por el indie de guitarras, por la mínima expresión y por un deseo de emular las primeras páginas doradas del género. Musicalmente además sólo se dejan llevar por su propia intuición, lo que convierte a este disco en uno de los más personales en un panorama en el que la mímesis formal se intenta hacer pasar con demasiada frecuencia por actitud. Una delicia de la que nadie parece haberse percatado, con la salvedad del muy sagaz Alistair Fichett que ha visto en estos tres simpáticos yanquis parte de esa luz que nunca se apagará a la que siempre acude el género indi en busca de salvación.
Es una pena, no obstante, que después de tantas vueltas en torno a ése 86 in '06 como se han dado se pase por alto la música de un grupo como éste. Alguna vez se ha intentado establecer la norma de que los grupos con nombres extraños o distintivos solían ser buenos por defecto... Más allá de lo discutible de semejante afirmación, es cierto que lo primero que puede llamar la atención de estos fenómenos es su peculiar nom de guerre (con la particularidad tipográfica que añade el gesto de exclamación), sin embargo, una vez que el reclamo ha surtido su efecto, el indie-kid cavernicola puede descubrir a un grupo mínimo, que se graba conciertos en los parques, que tiene una concentración total para hacer un punteo y que se mantiene al margen de sistemas reglados de difusión musical. Es decir un grupo maravilloso, de esos con los uno puede todavía soñar porque son un poco intrigantes. Algo que en medio de la sobreabundancia de información (y escasez de fascinación) en la que nos encontramos ya es todo un mérito.
Sin embargo, lo tienen todo para ecantar a la nación indie pop. Formados en una escuela de arte de Boston, Pants Yell! se reúnen en 2003 sin demasiadas pretensiones imagino. Siguen la estela de otros minúsculos grupos americanos, sobre todo la de los deliciosos Tullycraft, y hacen del desenfado, de la parquedad instrumental y de la vocación melódica su seña de identidad. Como es común también en el género, las canciones son arrastradas con impostada pereza por una vocecilla que hace sus pinitos loureedianos (vía Lloyd Cole, todo hay que decirlo) y ensaya (en sus momentos de mayor autoconfianza) gogoritos morriseyanos. En ese mismo año graban la maqueta Our horse calls (Best Kept Secret , 2003), de la que se extae el himno '83 in '03, toda una declaración de principios dedicada a Alan McGee, y la aproximación al imaginario indie que representa la irónica Sarah vs. Shinkansen.
Así, mientras otros paisanos como los Smittens miran hacia esa Suecia de la mente y se decantan por propuestas más twee, los de Boston se cierran en banda y se encastillan en su pop desnudo y sutil y en su tendencia al autismo cenutrio. En 2004, graban el delicioso CD-R Songs for siblings, obrita que debería estar en cualquier buena discoteca de indie novísimo y que contiene el germen de lo que sería luego el supremo disco Recent drama: guitarras jangly, tambores y sentimentalidad a raudales, coros candorosos... y gemas como Go big blue, Bi-coastal serenade o la exquisita Public Gardens, posiblemente la canción que mejor describe el estilo pants yelliano. No tengo que decir que, para mi este CD-R me convirtió en fanático de la banda y, desde entonces, no pierdo ocasión para declararme fan irredento, lucir la chapita que regalaban con su compra y recomendar su escucha atenta.
Y, por fín llegamos al año 2006 y al lanzamiento del mencionado Recent Drama. Lo que antes se apuntaba como maneras, aquí ya aparece convenientemente concretado y pulido. Las canciones siguen estando centradas en un indie-pop melódico pero menos y ellos se muestran mucho menos derivativos. Así, el disco se abre con la rotunda Kids are the same, en la que adquieren un tono más combativo que de costumbre y continúa con canciones tan asombrosas como We've got history o Your feelings don't show. Sigue estando presente la fascinación por el indie de guitarras, por la mínima expresión y por un deseo de emular las primeras páginas doradas del género. Musicalmente además sólo se dejan llevar por su propia intuición, lo que convierte a este disco en uno de los más personales en un panorama en el que la mímesis formal se intenta hacer pasar con demasiada frecuencia por actitud. Una delicia de la que nadie parece haberse percatado, con la salvedad del muy sagaz Alistair Fichett que ha visto en estos tres simpáticos yanquis parte de esa luz que nunca se apagará a la que siempre acude el género indi en busca de salvación.
Es una pena, no obstante, que después de tantas vueltas en torno a ése 86 in '06 como se han dado se pase por alto la música de un grupo como éste. Alguna vez se ha intentado establecer la norma de que los grupos con nombres extraños o distintivos solían ser buenos por defecto... Más allá de lo discutible de semejante afirmación, es cierto que lo primero que puede llamar la atención de estos fenómenos es su peculiar nom de guerre (con la particularidad tipográfica que añade el gesto de exclamación), sin embargo, una vez que el reclamo ha surtido su efecto, el indie-kid cavernicola puede descubrir a un grupo mínimo, que se graba conciertos en los parques, que tiene una concentración total para hacer un punteo y que se mantiene al margen de sistemas reglados de difusión musical. Es decir un grupo maravilloso, de esos con los uno puede todavía soñar porque son un poco intrigantes. Algo que en medio de la sobreabundancia de información (y escasez de fascinación) en la que nos encontramos ya es todo un mérito.
2 comentarios:
Oye, pues que me han encantado.
Pelín ñoñis
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