02 junio 2006

Regreso a Olympia


Hace mucho tiempo exisitía un mundo de papel fotocopiado, grabaciones caseras e ilusiones grapadas cuyo mapa se dibujaba en fanzines, cassettes y cartas a apartados de correos. Si bien esa época no está tan lejana en lo cronológico, sí se encuentra a años luz de la nueva sentimentalidad eléctrica en la que los servicios y las páginas de contactos (social networking, lo llaman) han desmaterializado nuestros corazones underground dispersándolos en una ambigüa interzona digital. No parece, sin embargo, tan difícil juntar ambos lados del espejo, como hace Jesús Miguel Tremolino y conciliar la fanedeción tradicional con las nuevas herramientas multimedia. Apúntaté el link, cavernicola adolescente, y pon tu tronco-browser a descargar destellos domésticos de una época en la que no había aplicaciones que hacían del DIY algo aséptico y eficiente sino un divertido jaleo cargado de peripecias.


Grabaciones hechas en salones, cuartos de baño y recibidores pequeñitos. Con grabadoras, cuatro pistas, guitarras recién estrenadas; canciones cantadas con anónima y fanática ilusión. Deseos de devolver a la ciudad de Olympia, hogar de la legendaria K Records, parte de la alegría que insufló en nuestros corazones de indie-kids en un momento en el que parecía que nos comeríamos el globo a fuerza de estribillos. A la llamada del fanzine Tremolina, una anónima pandilla de entregados músicos envió versiones propias y peculiares de aquellas canciones que sirvieron para construir una ciudad de ensueños. Corría el año 2003 y todavía parecía que se podía empezar una revolución vital juntándo unas guitarras, unos tambores y unas melódicas. Las canciones fueron grabadas por unos cuantos amigos, pocos se hicieron eco de su esfuerzo. Apareció una tirada de 50 copias en CD-R; unas pocas más fueron distribuídas de mano en mano a mayor gloria de la emblemática pop-city.



Uno de estos discos llegó al escritorio del propio Calvin Johnson que, bien por no tener el día o por ser en realidad más maligno y ruín de lo que los indie-kids planetarios creen, no quiso ver el hermoso regalo que se le enviaba. Materia imaginante, talento en bruto e ilusión a flor de piel que el capo no consideró digno de mención y que cayó en el olvido junto a alguna de las maquetas de aquellos glo-worm. Grupos efímeros, nombres anónimos y llamativos; trayectorias en falso y un libreto recortado, pegado y montado con auténtica devoción... recuerdos de un momento de magia y ocurrencia en los que se podía hacer música agitando lapiceros dentro de un bote de hojalata.




Por ello, la recuperación de estas grabaciones en formato digital alegran la tarde-noche del verano triste de este Madrid after-todo con la visión pura de una Olympia convertida, por arte de birlibirloque, en la patria donde habitan esos sueños que le salvan a uno la vida. Acertado rescate de ese limbo donde duermen eternamente las emociones puras, regreso del cementerio con plumas de indio sobre la cabeza, retorno eterno para perseguir sombras de inocencias perdidas y besos de ángeles desatinados. Canciones que, hace unos tres años, parecieron cumplir con creces el anhelo de conciliar realidad y fantasía. Si pienso en la emoción que me embargó la primera vez que tuve este disco entre mis manos, recién llegado de la mítica calle de Vera de Bidasoa de Irún, dificilmente encuentro otro recuerdo que el de la sensación pura y luminosa, un orgullo eterno y un cosquilleo de alegría muy similar al sentido la primera vez que escuché esas guitarras eléctricas que, desde la entrañable ciudad, acompasaban nuestros latidos. Sentimientos todos ellos analógicos y de imposible digitalización que, no obstante, y gracias al tesón de Jesús Miguel por permanecer eternamente ilusionado, siguen vivos en esta página web...


Y como muestra, dos botones...


Himno de Olympia - Orquestina psicomágica Jamboree


Juan Ramón - Las Uyuyuy


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mira, al final sí te los has puesto. Qué guay, todavía molan mogollón.

Anónimo dijo...

Cierto, a raiz de la "reedición" me la he vuelto a oir unas cuantas veces y me han molado incluso más que las primeras escuchas a pie de obra.
Desde luego no responden al "estandar low-fi" que ya empieza a oler.

Karpov Shelby dijo...

Realmente volver a escuchar estas canciones ahora tiene su aquel, botibol. Hay momentos lo-fi, pero en la mayor parte de las ocasiones todo el mundo está en un estado de gracia musical innegable.

El entusiasmo contagioso del Tremolina...

Sí, suena increíble (ahora incluso más) y mola.

Anónimo dijo...

No hay dudas que valgan. Esta cosa vale muchos millones. Al menos para nosotros, que también hemos vuelto por unos días a Olympia.

Viva, viva y viva.

Anónimo dijo...

Antes de que la música fuera todo postura política y rollo, estuvieron las Olympia Tapes, con todo su corazón. Leer "Regreso a Olympia" me ha hecho sentir como si hubiera estado allí... un momento, estuve allí. Este post lo cuenta tal y como fue. Es el primero en hacerlo. Me alegra que Karpov y Tremolo Man por fin hayan corregido la historia.

Karpov Shelby dijo...

Sí, Danny, allí estuvimos un momento... conjurando un poquito de eternidad pop, doméstica si quieres, pero (y escuchando de nuevo las cintas olímpicas queda patente) absolutamente salvífica.

Anónimo dijo...

Yo acabo de reescuchar las tonadas en una bella casa en Las Hortichuelas Bajas. Molaban y molan. Os mando un beso soleado y salado. Muaaac!!