La cultura pop se basa hasta tal punto en convenciones que, una vez grabado un código estético en el corazón del fan es prácticamente indestructible. En el imaginario mundo-pop las deudas con la propia historia personal no se saldan nunca y el corazón no experimenta cambios por mucho que las circunstancias vayan mutando de manera imprevisible. Esta predestinación, que tiene su parte pueril, es garantía de la rara grandeza de estos universos de papel manila. Y tal vez, la inconsciente tenacidad del pop-fan con su perpetua inmadurez sea el último resquicio que le salva de la imperante e irreversible normalización global, su rastro último de dignidad. Precisamente, son estos clichés el material al que recurre The Young Tradiction para dar forma a sus canciones de twee-pop lánguido. Sin duda, el suyo es como tantos y tantos discos que ya hemos escuchado mil veces antes pero, como sabe muy bien este dúo, hay tardes en las que uno tan solo busca reconocerse en códigos familiares sin necesidad de tener que mirar atrás con demasiada severidad.
Precisamente esta benevolente autocomplacencia es lo que transpira cada canción del primer LP de The Young Tradition The northern drive (Matinee, 2005), descubierto gracias a la ingente labor de proselitismo indie de los chicos de Mira el Péndulo. TYT son un dúo formado por un histórico del twee americano de los 90, Brent Kenji (Fairways, Skypark) y por el sueco Erik Hanspers. No es raro, por tanto, que sean capaces ambos de conjurar esas bellas y suaves melodías que consolaron durante la última década del milenio a los indie-kids planetarios del hundimiento del anorak-pop británico.
Estamos pues ante una muestra de ese indie-pop global de hermosísimas melodías que sustituyó el nervio por la fragilidad, la sensibilidad por un refrescante y exagerado lirismo, y cubrió el planeta con guitarras cristalinas y estribillos con arreglos de trompeta. No hay indie kid en este planeta que pueda resistirse a este sonido. A fín de cuentas, nadie reniega de los primeros amores ni de las sensaciones puras. Es precisamente la conciencia de estar respondiendo a un conjunto estructurado de ilusiones, recuerdos y anhelos comunes donde reside la fuerza de The Young Tradition.
Desde el propio nombre (no exento de ironía a estas alturas), hasta el formato itinerante de banda transcontinental (con un miembro en cada parte del planeta) todo tiene el poso de la intrascendente evocación de esperanzas apartadas y desilusiones enterradas en la memoria. Es un albúm hecho de recortes e instantes vacacionales y, como las fotos de los primeros viajes de juventud, transmite una frescura eternamente intacta. Así que, lejos de preocuparse por el peso que puedan tener sus canciones, el oyente se deja llevar hacia un territorio donde sólo hay que abandonarse a la tranquila sinceridad de sus evocaciones pop.
Pura autocomplacencia sentimental, por tanto, en un disco lleno de canciones pegadizas como California Morning, o Now you know dulces construcciones de merengue pop como Footprints o frágiles y hermosas manufacturas melódicas llenas de melancolía como pueda ser Triangle. Belleza y tranquilidad para dejar llevar los pensamientos hacia paseos por la playa, itinerarios veraniegos y escapadas otoñales... la microutopía cotidiana de la evasión resumida en diez canciones intrascendentes pero muy bonitas. Recuerdos de cuando todo era sencillo y posible... una apelación a la inocencia dificilmente rechazable. Fundamentalmente porque es sincera, modesta, accesible y próxima. The Young Tradition han hecho un disco con la parte amable de nuestras ilusiones. Proponen un viaje hacia ninguna parte, sabiendo que hubo una época en la que escuchábamos los discos pensando sólo en las canciones bellas y las sensaciones simples. Tan sólo hay que acordarse de los mejores momentos, dejarse mecer por este Northern Drive, y ovidarse de la gris realidad por un rato. A fín de cuentas, ¿no era con eso con lo que soñábamos entonces?
indie pop the young tradition
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