24 marzo 2006

Essex Green. La gran escapada

Essex Green para mi serán siempre la playa, el mar y el verano bajo cielos diáfanos. La aventura vacacional y el frescor del amanecer en una recoleta casita de Almería aquel verano en el que toda la pandilla escuchábamos juntos su segundo LP, The long goodbye, cuando nos despertábamos. Menos barrocos que sus hermanos de sangre The Ladybug Transistor, menos rockeros que otros parientes en la cosa de la psicodelia de ida y vuelta (The Tyde, Beachwood Sparks...) vuelven el mismo día en que la primavera llena Madrid de lluvias amables y flores de almendro. Como una estación tranquila, los dulces americanos, deslizan su sonido hacia la sencillez pura y la melodía precisa. Respiremos, pues, hondo todos; vuelve el aire fresco, las emocionantes guitarras eléctricas... y preguntémonos ¿no será el momento de escaparnos de una vez de la rutina?

Es necesario tener siempre a mano discos bonitos para cuando llegue el buen tiempo. Para poner mientras los rayos de sol se deslizan de manera discreta por nuestras ventanas (sí, eso pasa incluso en los pisos interiores de esta ciudad tan rockera que es Madrid), para escuchar con los amigos y hablar de ellos mucho rato. Hace tiempo que no hay grupos que hagan un disco como éste, que se puede poner muchas veces seguidas; ni gente capaz de facturar canciones como las que se reunen aquí, que se sostengan no por tener “un sonido” sino por estar bien imaginadas, bien compuestas y bien tocadas. Desde aquel bucólico Everything is Green (Kindercore, 1999), Essex Green han renunciado a las atmósferas expansivas en favor de un realismo compositivo que tiene en la canción perfecta su unidad de medida. Arreglos justos, ausencia de sofisticación que se transforma en recta elegancia pop, un sentido sobrenatural para conjurar sensaciones precisas, puras, centradas en la maravilla. A contacorriente de las actuales tendencias, Essex Green continúan su propia travesía hacia lo esencial. Este Cannibal Sea (Merge, 2006) reúne así anhelos, esencias e impresiones frescas, dulces, mimosas, expectantes y vívidas que acarician, alegran, saltan y bailan dento de la caja torácica, cosquillean en la piel y hacen querer salir a saltar por las calles floridas. Escapadas de la rutina hacia paisajes más amplios: alegorías de pájaros pequeños que quieren sobrevolar océanos enormes, como parece sugerir el sobrio y elegante artwork.

Desde los primeros compases de la maravillosa This isn't farmville con que se abre la travesía no encontramos ni anti-folk, ni neo-post-psicodelía ni guiños a ese commercial-hippie-sound ni a nada que se le parezca. No hay vanguardia, no hay ínflulas de calidad, no hay posturas estudiadas. No hay más que canciones puras (como esa exquisita Penny & Jack). Ya está. Precioso y preciso. Canciones con nervio (Elsinore), canciones bonitas (Sin City) y canciones juveniles (I don't know why you stay). Canciones como flores (Rue de Lis) y como los días más largos (The pride) y como el aire limpio de la primavera. Gemas pop que no suenan a ese Brian Wilson fake tan arteramente en boga, que no tienen mecanismos ni complicaciones y de las que nadie podrá decir que son orfebrería porque, en ellas, la filigrana da substancia, alma y caracter pero no determina de manera gratúita la forma. Pureza en tiempos espúreos. Mientras otros hacen posturas en la prensa musical, Essex Green desvelan trocitos de la piedra filosofal del pop, y los mezclan con lluvias racheadas y con los sobresaltos propios de los Idus de Marzo. Este es el sonido del ánimo descongelándose. Lo que debería ser siempre la música pop, deshielos y sensaciones torrenciales.


Sonidos primigenios reunidos en esta suerte de viaje hacia el corazón de la perfección, hacia el amor, la sencillez y la sinceridad... Como la felicidad que produce levantarse con los trinos de los pájaros de la vega y sentir cómo el sol va despertándote poco a poco. Escuchar a Essex Green es como subir colinas suaves y deslizarse por valles amigables, es como seguir un culto solar y antiguo, escapar hacia una existencia pura y dejarse llevar por la pereza, el amor y la amistad. Olvidar el ajetreo la melancolía cotidiana y escuchar música por puro placer, tan sólo para disfrutar de las reverberaciones y los ecos que hacen oscilar el alma. Ahí, sólo ahí, reside el secreto mínimo de la música pop y ahí deberíamos mirar todos, observar atentos por ese ojo de la cerradura que es el agujerito de los discos y no perder de vista esa línea del horizonte que tan bien han dibujado Sasha Bell, Jeff Baron, Christopher Ziter y amigos para nosotros. Y, sí, es un disco buenísimo y excepcional, si es eso lo que se están preguntando todavía.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Que bien! Me ha gustado mucho este post, el disco de los essex ya lo tengo encargado, y he aprovechado para hacerme con los dos anteriores :D
Además en el slsk se encuentran un par de discos del que parece que es su proyecto paralelo, en plan más folkie "The Sixth Great Lake"