04 octubre 2005

Esto debería acabarse aquí, pero tal vez no así

Mientras el establishment cultural se rasga las vestiduras ante el pecado capital de Kate "Cocaine" Moss, el zoquete de su novio acaba detenido tras el asalto y posterior redada efectuada en uno de los últimos conciertos de su nueva banda, Babyshambles. Estas son las cosas que hacen que Hedi Slimane tiemble de gusto pesando en los peligros del rock and roll (sexo, drogas, chicos, moda ¿qué más quieres?). Otros, sin embargo, preferimos pensar en síntomas de una cultura, la juvenil, que se está quedando como solución calmante para que una mediana edad urbanita no pierda pie en el actual marasmo de melancolía, terror y remake.
Pobre Pete Doherty, la verdad, condenado el tarugo a representar un papel en este circo trascultural cada vez más vacuo e inmaterial debió poner cara de no enterarse de nada cuando la madera le llevó otra vez de vuelta al talego. Con este suceso repetido (ya pisó la celda con los Libertines), la punta mainstream del iceberg juvenil se encuentra con su reflejo underground en espirales de aburrimiento y eterno retorno. Lo digo porque comprando discos indie-pop de hace unos años y descargando últimas novedades no he encontrado más que una no demasiado agradable parálisis creativa que se viene prolongando desde la mitad de los 90. En concreto el LP de The Relationships (Trend, Twee Kitten Records, 2000) y el primer y único disco de Majestic (Live it Up, Shelife 1998), producen ese especial vértigo de lo seguro. Nada ha cambiado el mundo gira al compás de discos de género que mantienen esa luz que no se apagará pero que tampoco da calor.
Mientras la detención del ex-Libertine nos retrotae también a los añorados 90s (la carrera criminal de los Gallagher, la desaparicion de Justine Frischmann la fama de Los Planetas...)gracias a SoulSeek podemos comprobar que el celebrado disco de los Lucksmiths (Warmer corners) repite el infinito desarrollo twee pop que lastró la cultura indie-pop durante la misma década. Todo cambia para seguir igual: vuelven los Bats.
Los Acid House Kings (Sing Along With..., Labrador 2005) parecen igualmente dispuestos a ofrecer una resistencia numantina al cambio. Una década y pico de pop juvenil y fresco puede con cualquiera y la candidez ya no es más que una autoindulgente y poco estimulante impostura. Gracias al disco de Majestic (combito americano que tuvo la delicadeza de desapararecer, de la faz de la tierra pero no de los saldos de CD-Drome: pop viejo y barato para un sábado por la tarde)descubrimos que el géneró se agotó 10 años antes de que terminase el siglo pasado. El regreso de Beaumont también inquieta, aunque habrá que escucharlo.
Más morbo para quien lo quiera; la pedofilia estética llega al pop subterráneo con retraso con rspecto a otros entornos pero confirma el (sospechado e intuído) envejecimiento mental de la población indie-kid global. Everett True pone por las nubes a Smoosh (indie-popsters de Seattle de 9 y 12 años) les dedica una portada de Plan-B y repite de manera compulsiva que nacieron después del Nevermind (Kiko Amat en la revista Go, le sigue en esta idea morbosa y recurrente).
Veinte años después del C-86 hemos encontrado nuestra tailandia pop gracias a Alistair Fichett y Unpopular Records, hogar también de las sopechosismas The Pipettes. Estas Trans-talulahs (Pipettes, digo) hacen un karaoke-show basado en bonitas canciones al compás de una efectiva backing band conocedora de las claves del género. Además cantan disfrazadas de colegialas; las canciones están bien pero, ¿es sano todo esto?
Casi hay que dar las gracias por que Saint Etienne se hayan limitado a firmar un discreto y elegante disco de madurez, Tales from the turnpike house, relativamente conceptual y con canciones relativamente buenas sobre la vida en la dulce suburbia una vez dejada atrás la última frontera de la juventud. Y adelantan un hipotético disco para niños (Up the wooden hills), que se presenta discotequero y locuelo aunque no muy infantil. En cualquier caso, el trío no tiene problemas. Es un género en sí mismo: son un encanto, inteligentes, chispeantes y, por lo general, más refrescantes que la media. Aunque tampoco sea para soltar lágrimas de emoción como hace Banessa Pellisa en Go (otra vez, ¿nostalgia de aB? ummm) Por lo menos no tienen 12 años, ni presumen de consumir heroína.
Así que no queda más remedio que volver al pobre Pete Doherty. Le ha tocado la china de ser el que levante la mano y diga Fuck Forever para que todos durmamos tranquilos pensando que la transgresión fashion está a salvo. Y, sobre todo que no hace falta que seamos nosotros quienes hagamos nada para salvarla. Basta con ir cosumiendo las referencias subterráneas a traguitos pequeños. Y nos relamemos como Hedi Slimaine, temblando no se sabe si por ver el peligro de cerca o por observar alejarse hacia estratosferas llenas de plusvalías no tan (in)tangibles los precios de sus fotos de Doherty en galerías y editoriales para bibliomanos modernos.
Mientras tanto, Burberrys qué tanto ha jugado con el heroin-chic británico de las últimas temporadas (millonarios tocando rock junto a la chimeneas, pic-nics con champán y opiaceos junto al río, la más presentable de las caras oscuras del pijo global) manda a la pobre Kate a sucursal más cercana de la clínica Betty Ford. Cuando ella dice, y con razón, que si queremos supermodelos que vaguen de fiesta en fiesta escuálidas no hay otra manera, que el Moët engorda y deja los mofletes caídos.
Y en medio de todo este despropósito, sin tanto chic y con más heroin a sus espaldas que el cenutrio ex-líder de los Libertines, sólo Lawrence se atreve a sacarnos los colores con un anti-LP-bomba (Tearing Up the Album Chart)donde pone en solfa nuestro acomodaticio viaje al fin de la cultura pop. Pero esto es otra historia y merece otro post...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Banessa Pellisa no suelta lágrimas de emoción con casi nada, menos áun con el disco de Saint Ettienne.

Karpov Shelby dijo...

Lástima, porque tal y como está el panorama actual un LP como Tales from turnpike hose, nada del otro mundo por otra parte, parece una suerte de ambrosía pop.

A mi si que se me escapó alguna lagrimilla con Teenage winter. Una de las fáciles, eso sí

Anónimo dijo...

Io voi a postare un commento... y es sobre lo chungérrimas que me parecen las smoosh,esas gemelas oldsen del indie, el disco de "she likes electric" es un rollete (solo hay una pasable, así en plan rap)y el rollo de pederastia va bastante mas allá de la estética, si te pones a leer los comentarios de los fans en la página dan escalofríos ,en plan "pues en esta Ashley parece mas alta que Mary-Kate, a pesar de que es mas pequeña" y otro le responde "eso es lo bonito, irlas viendo crecer".
En cambio las Pipetas si que me molan, es que si nos ponemos así las Shangri-las también hacían karaoke con coreografías.

Anónimo dijo...

Las Shangri-las están sobrevaloradísimas, ¿no?

Anónimo dijo...

pues puede ser que esten sobrevaloradas, a mi eso me importa muy poco, me molan un monton sus pintas y sus canciones.
pd:por cierto, lo que comentaban los fans de arriba era una foto, que si no no se entiende.

Karpov Shelby dijo...

No creo que estén sobrevaloradas; eran un girl group de explotación desde el principio. Lo suyo más que las canciones eran una suerte de epopeyas adolescentes, dramas y operetas de manual empaquetadas en papel manila. Pura bisutería pop.Pero ése ha sido siempre su encanto y por eso nos han gustado tanto siempre ¿no?

Anónimo dijo...

Dos contra uno, mierda para cada uno. No estoy de acuerdo. Que te molan sus pintas e incluso yacerías con ellas, correcto, bien, me callo. Pero sus canciones... (Pedorreta) Yo de bisutería pop no entiendo que siempre llevo brillantes de marca, pero sigo opinando que no, que están sobrevaloradas y no molan. Que las canciones son un tueste importante y que cómo referencia están más gastadas que el esnifador de plata de la Presidenta. Paso de karaokes con coreografía y os odiaré siempre por defenderlo. Salud!