Aunque este otoño parece que no vamos a tener la euforia mediática del año pasado respecto de nuestra emergente escena del rock, hay que reconocer que la ciudad de Madrid sigue siendo pródiga en todo lo que se refiere a conciertos en vivo. El pasado sábado, sin ir más lejos, en la Sala Siroco, hemos tenido la ocasón de acercarnos al enésimo acto underground de la temporada: Bicicross y Le Jonathan Reilly se ven las caras en un simpático entretenimieno noctámbulo que sirve para que confirmemos lo que ya sabíamos con respecto a los insólitos Bicicross y desechemos la idea (por el momento) de estar pendientes de Le Jonathan Reilly, ruidoso y roquero power-trio carente de interés o gracia.
Ya lo hemos dicho una , dos y, con ésta, hasta tres veces. Bicicross son uno de los grupos más irreverentes, insólitos y comanches de toda nuestra escena. Dotados de un salvaje y anormal sexto sentido pop, en sus canciones combinan lirismo y brutalidad a partes iguales. Barbarismos y tonterías pasadas por el inevitable tamiz del DIY, melodías animadas en el crisol del sinsentido y de la memez. Lo que más impresiona de Bicicross son las pocas intenciones de epatar; espontáneos y cretinos a partes iguales, contagian una sana sensación de dejadez musical. Parece que las canciones les importan algo, son buenas y simpáticas; pero lo que es el sonido y la actitud, se la traen al fresco. Ellos tienen la suerte de que el cachondeo dadaísta les salga así, de repente. Sin pensar en el dadaísmo. Si, además, son autores de dos de las maquetas más interesantes que se han escuchado en mi casa en mucho tiempo, la imprescindible 44100 (y esto lo dice el Sr. Tremolina , no el fatuo Karpov) y la insólita Bicicross drogan los cromos, pues muchos tendrán que reconocer que estamos ante un grupo que hay que seguir con sumo cuidado y atención.
Sin embargo, por alguna maldición del des(a)tino, siempre llego al los conciertos de Bicicross con el bolo a medias. En esta ocasión, con diez minutos de retraso, concretamente. Lo suficiente como para poder ver sólo tres canciones. Lo suficiente, por otra parte, para confirmar que los madrileños son excepcionales. Más comedidos que la primera vez que les vi, dominan ya el harmonio que han convertido en insólito rey de sus concierto-performances (y que parece robado del baúl de la abuela o chalaneado en una almoneda de esas que quedan por el barrio de Chamberí). Se turnan en la sección percusiva, como en los partidos del recreo la gente se turnaba para la ingrata tarea de ser portero. Y cantan berreando. Ponen cara de concentración y de cachondeo y todo el show oscila entre el desaguisado y el acto sublime. Se agradece la dosis de humor patafísico que agregan a una mezcla que, entre los más tocones, puede resultar demasiado abrasiva. Unos se ríen y otros se rompen, entre el público y entre el grupo. No obstante, a pesar de lo breve, Adunto y otras dos muestras de estilo hacen que los diez minutos que veo sirvan para confirmar que, esta canalla versión de J. Irizar Toca la Batería , puede ser motivo de maravilla en poco tiempo. Indie-delia aborigen en Nunca Jamás. Acaban haciendo gritos de indio navajo. El día que corten cabelleras, nos vamos a enterar.
Lo de los valencianos Le Jonathan Reilly , sin embargo, tiene poco que contar. Un rock plúmbeo y de toda la vida matizado por ocasionales incursiones en "la cosa hardcoreta", que a algunos tanto les mola y que es tan fea, tan aburrida, tan carente de humor. Un power-trio un tanto chusquero cuyo sonido, a medida que avanza el show se acerca peligrosamente al Sonido de la Vieja Malasaña. Poses ya vistas, ruido ya oído, exhibición de atrocidades conocidas. Un bostezo y con medio concierto, para casa. Que pena que Bicicross toquen tan poco rato y los Jonathan estos, tanto. Así se va haciendo nuestra escena, con estas proporciones tan descabaladas. Algo me dice, además que al power-trio le saldrán seguidores y fans. Como suele pasar con estas cosas. Pero no desesperen, a mediados de diciembre, Bicicross tocarán otra vez en El Juglar. Y ésta vez prometo más puntalidad. Pero el resto me tienen que prometer que irán.
Ya lo hemos dicho una , dos y, con ésta, hasta tres veces. Bicicross son uno de los grupos más irreverentes, insólitos y comanches de toda nuestra escena. Dotados de un salvaje y anormal sexto sentido pop, en sus canciones combinan lirismo y brutalidad a partes iguales. Barbarismos y tonterías pasadas por el inevitable tamiz del DIY, melodías animadas en el crisol del sinsentido y de la memez. Lo que más impresiona de Bicicross son las pocas intenciones de epatar; espontáneos y cretinos a partes iguales, contagian una sana sensación de dejadez musical. Parece que las canciones les importan algo, son buenas y simpáticas; pero lo que es el sonido y la actitud, se la traen al fresco. Ellos tienen la suerte de que el cachondeo dadaísta les salga así, de repente. Sin pensar en el dadaísmo. Si, además, son autores de dos de las maquetas más interesantes que se han escuchado en mi casa en mucho tiempo, la imprescindible 44100 (y esto lo dice el Sr. Tremolina , no el fatuo Karpov) y la insólita Bicicross drogan los cromos, pues muchos tendrán que reconocer que estamos ante un grupo que hay que seguir con sumo cuidado y atención.
Sin embargo, por alguna maldición del des(a)tino, siempre llego al los conciertos de Bicicross con el bolo a medias. En esta ocasión, con diez minutos de retraso, concretamente. Lo suficiente como para poder ver sólo tres canciones. Lo suficiente, por otra parte, para confirmar que los madrileños son excepcionales. Más comedidos que la primera vez que les vi, dominan ya el harmonio que han convertido en insólito rey de sus concierto-performances (y que parece robado del baúl de la abuela o chalaneado en una almoneda de esas que quedan por el barrio de Chamberí). Se turnan en la sección percusiva, como en los partidos del recreo la gente se turnaba para la ingrata tarea de ser portero. Y cantan berreando. Ponen cara de concentración y de cachondeo y todo el show oscila entre el desaguisado y el acto sublime. Se agradece la dosis de humor patafísico que agregan a una mezcla que, entre los más tocones, puede resultar demasiado abrasiva. Unos se ríen y otros se rompen, entre el público y entre el grupo. No obstante, a pesar de lo breve, Adunto y otras dos muestras de estilo hacen que los diez minutos que veo sirvan para confirmar que, esta canalla versión de J. Irizar Toca la Batería , puede ser motivo de maravilla en poco tiempo. Indie-delia aborigen en Nunca Jamás. Acaban haciendo gritos de indio navajo. El día que corten cabelleras, nos vamos a enterar.
Lo de los valencianos Le Jonathan Reilly , sin embargo, tiene poco que contar. Un rock plúmbeo y de toda la vida matizado por ocasionales incursiones en "la cosa hardcoreta", que a algunos tanto les mola y que es tan fea, tan aburrida, tan carente de humor. Un power-trio un tanto chusquero cuyo sonido, a medida que avanza el show se acerca peligrosamente al Sonido de la Vieja Malasaña. Poses ya vistas, ruido ya oído, exhibición de atrocidades conocidas. Un bostezo y con medio concierto, para casa. Que pena que Bicicross toquen tan poco rato y los Jonathan estos, tanto. Así se va haciendo nuestra escena, con estas proporciones tan descabaladas. Algo me dice, además que al power-trio le saldrán seguidores y fans. Como suele pasar con estas cosas. Pero no desesperen, a mediados de diciembre, Bicicross tocarán otra vez en El Juglar. Y ésta vez prometo más puntalidad. Pero el resto me tienen que prometer que irán.
5 comentarios:
Pues a mí me siguen trayendo a la cabeza un nosequé del Niño Gusano. Y eso no es un piropo. Será que no los he visto en directo. O será será...
También se me pasa por la cabeza a veces esa idea, no te creas que no. Pero les veo más desinhibidos, un no se qué más espontáneo que, por ahora, les salva de la gusanización.
Muy bien, estupendos los bicicross que "esta vez se las habían ensayado un poco" y caponcete a todos los que os perdisteis ayer a los Comets on Fire, un acto de Rock áciiiiiiiiido, un prog de garaje, un bigmuff, un grupazo.
¿Otra maqueta de Bicicross? ¿Tocan en diciembre?..Voy a tener que ahorrar...
Te prometo que Iraq
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