09 octubre 2006

Calvinismo aplicado


Calvin Johnson canta una canción... en un garaje de Olympia, toca el tambor ¿se acuerdan de este mantra mágico, extraído de la Tremolínica cinta? Cómo olvidarnos de todo lo que el extraño y genial gurú olímpico ha representado para nosotros. Ídolo, astro, mito, ejemplo, santo... Queramos o no, nuestra vida está unida de manera irremediable al nombre de Calvin Johnson (a Beat Happening, a K Records, a Halo Benders...) y, sin embargo, el lanzamiento de su nuevo disco nos dejó fríos. Tras la decepción que supuso el soporífero What was me (K, 2002) esperábamos otro surtido de curiosidades de country intimista y aburrido. Por el contrario, su segundo disco es un compendio de calvinismo ilustrado. Nos hemos enterado (muy) tarde, pero ha merecido la pena y no debemos dejar de contarlo.

Lejos de ser un personaje acomodaticio, la intranquila filosofía del
capo de discos K, le puede llevar por derroteros insospechados. Así que, algunos de sus fans habíamos desestimado la idea de seguirle la corriente y, en consecuencia, habíamos pasado de escucharnos este disco olímpicamente (valga la redundancia). Sí, preferíamos llenarnos la boca con su nombre. Así de fatuos somos. Sin embargo, en su segundo LP, resulta que Calvin ha agrupado todos los palos musicales que ha tocado a lo largo de su dilatada trayectoria como guardián de las esencias del indie-pop (no siempre) cavernícola. Como si de un Baltasar Gracián rock se tratase, Calvin ha recopilado un tratadito con todos los ingredientes que debe tener en cuenta el perfecto cavernícola adolescente a la hora de facturar esa canción mágica. y, como buen tratadista, a veces explica, otras deleita y las más de las veces sólo sugiere parte de todo su saber. Éste es, por tanto, un disco inesperado, rotundo, asombroso unos ratos, deliciosa y exquisitamente obvio, otros; un LP que resulta MONOLÍTICO e intenso durante todo su minutaje... Un ilustrativo viaje relámpago al interior de la cabeza de Calvin. Before the dream faded (K, 2005) es el perfecto resumen de lo que contiene ese magín lleno de canciones, ritmos, tambores, guitarras y obsesiones.



La desarmante hermosura que abre el LP, contenida en la canción When hearts turn blue, lo dice casi todo. Tono confesional, melancólico e íntimo que matizará todo el disco, pero que en ningún momento lo enterrará bajo tremendas salmodias (como sucedía en el primero). No, Calvin pronto nos lleva detrás de la tapia del cementerio a hacer de improvisado brujo teen. Las pantanosas Rabbit Blood o Red Wing Black, recuperan el sonido más pantanoso y vudú de aquellos Beat Happening, tan proclives a furtivas ouijas rock. El exorcismo sigue hasta culminar con el asfixiante pocket blues de Obliterarion Overload y con la serpenteante I'm without. Como si estuviésemos de acampada sobre un viejo cementerio indio, marshmallows pinchados en un alambre y puestos sobre la hoguera incluidos. Tras la brujería, los mejores Halo Benders, aquellos capaces de espesar el caramelo pop al máximo, parecen resucitar en las notas de la hermosa e imposible I'm down y continúan el viaje junto a nosotros en las asombrosamente dulces Deliverance o When you are mine (que contiene un, tal vez involuntario, homenaje a la tremenda Kangaroo de Big Star). Your Eyes sólo puede hacer llorar de emoción al fan de Beat Happening porque es, sencillamente, EXQUISITA.

¿Por qué hemos dejado pasar tanto tiempo para escuchar este disco? Porque somos personas de poca fe en el indie. Y ha sido el Reverendo Calvin quien, sin abandonar la regla que él mismo estableciese, haya venido a recordarnos que no hay que perder la esperanza. "Ya os vale a todos - parece decirnos encaramado a una cabina telefónica - tanto dar terceras y cuartas oportunidades a mediocres segundones y advenedizos y a mí me dejáis tirado y me dais por loco por a la primera. Menudos indies de mierda que sois". Y razón no le falta. Como se demuestra al escuchar esta auténtica MARAVILLA, en la que se repasa a sí mismo, se relee, reinventa y reinterpreta. Se fagocita para renacer cual MESÍAS pop para recordarnos las VERDADES del barquero, los tres acordes y las cuatro cosas con las que se hace una CANCIÓN. Todo para ver si nosotros, zoquetes y bloguistas, nos acabamos de enterar, de una vez por todas, de que los acordes inmutables no mueren nunca. Y es que, de verdad, ya nos vale haber pasado por alto este disco. Porque es BUENÍSIMO.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, es un disco buenísimo. Casi como las Olympia Tapes.

DamagedGoods dijo...

Pues a mí el anterior no me parecía tan malo. Pero vamos, yo soy muy cerril con este señor y no atiendo a razones. Hasta tengo los discos de Dub Narcotic Sound System y los disfruto.

A por el nuevo de cabeza.

Karpov Shelby dijo...

En ese caso, Diego, ni lo dudes. Vas a alucinar porque la diferencia con el "What was me" es increíble.

Coincido contigo en que aquel disco no era tan malo (rollete pero curioso), pero como todos esperábamos la octava maravilla... bueno, pues fue como un jarro de agua fría ¿no?

DamagedGoods dijo...

Bueno, sí. Digamos que el hombre tras haber probado con el dub, quería hacer un disco acústico... pero yo ya le paso todo, como si le da por el calypso. Pensándolo bien, ¡hasta molaría!

Sin venir a cuento del todo, ¿por qué Halo Benders son "el grupo de Calvin Johnson"? El papel de Doug Martsch se tiene poco en cuenta. El domingo estuve con Built To Spill y tengo que decir que "There's nothing wrong whith love" me sigue poniendo tanto como el primer día.