Tras protagonizar el perfecto y trágico cuento de hadas pop con los Pale Fountains, los hermanos Head iniciaron con Shack una carrera trágica que les llevaría del fracaso al olvido en menos de una década. De poco sirvió una excelente mano para facturar canciones de pop clásico, una capacidad vocal de infarto, ni las briosas guitarras con que iluminaron sus siempre estupendos discos. Los dos fracasados con menos predicamento del panorama británico, regresan de la mano de Noel Gallagher, para demostrar fehacientemente la máxima aquella de que quien tuvo retuvo. El mayor de los Oasis redime así sus pecados, publicando en su sello The Corner of Miles and Gil, enésima oportunidad para aquellos que, en un mundo más justo, hubiesen ocupado el trono en el que se sentó el durante buena parte de los Años Noventa.
Cualquier noticia sobre los hermanos Head supone siempre una alegría. Artífices de una de las sagas musicales más hermosas y apasionadas de los años ochenta y una de las historias de fracaso más divinas jamás contadas, siempre serán el icono perfecto que ilustre la fugacidad y fragilidad de la fantasía pop. La suya es la historia de lo que pudo haber sido y no fue, de la crueldad del tiempo y de lo evanescente de las ilusiones puras. Confusión, drama, caídas, redenciones y temporadas en el infierno no han servido más que para dejar apenas un débil rastro de la maestría musical de Shack en la memoria colectiva. Por ello, siempre supone una satisfacción saber que aquel difuso proyecto que es Shack sigue ofreciendo destellos de vida. Responsables de una colección de discos nada desdeñable, Shack resisten sin quejarse, ante la indiferencia de una mayoría que no les concede ni siquiera el estatus de excelsos malditos. Condenados a ser los sempiternos desechados en el arbitrario puzzle que es la música británica, perseveran en una fórmula que basa toda su suerte en unas guitarras rampantes, la dulzura de una voz que el tiempo y la calamidad no han podido romper y un olfato asombroso para encontrar gemas musicales en las cavernas del anonimato.
The corner of Miles and Gil supone, por tanto, el gratificante reencuentro con una banda que, sin esperar ya ni siquiera un reconocimiento tardío, se hunde en su propio ensueño musical. Relámpagos de lirismo, apuntes de nervio y una melancolía ligeramente airada son los ingredientes que componen este disco de matizado y pluscuamperfecto pop. Los arreglos de cuerda y viento, las aproximaciones a la perfección, los arrebatos, las inflexiones vocales... todo se concatena para elaborar el retrato sentimental de ese Liverpool de la mente por el que los hermanos Head transitan cual anónimos observadores. Describen así un mapa musical y vital en el que los héroes de barrio que son los hermanos se pueden dar la mano con Miles Davis (al que hacen un homenaje nada velado y jazzota en el título del LP), el fantasma de los Love o el mismo reflejo gastado de su rutilante pasado con los Paleys.
Shack, componen así juegos melódicos no exentos de quijotismo y soberbia. Sin rendir cuentas a nadie, el grupo se arroja a través de las consabidas cataratas de guitarras y violines (Miles Away), reivindica su derecho a tener su lugar bajo el sol (Find a Place), vuelve a desengranar el romanticismo melancólico y brillante que les hizo amados por la pléyade indie-pop (Tie Me Down), articulan una arquetípica sensibilidad a flor de piel (Shelley Brown) o despliegan esa simpar exhuberancia capaz de atrapar al oyente a la primera de cambio (Cup of Tea).
Sin embargo, la verdadera hermosura del LP, lo que lo convierte en especial para el aficionado, es su capacidad para erigirse en un modesto, pero no menos airado, testimonio de la perseverancia frente a la adversidad. Encontrar The cormer of Miles and Gil en la balda de novedades (preciosa edición en vinilo doble), supone encontrarse de nuevo con la testaruda insistencia en defender una idea por muchos disgustos que te pueda dar; con la irremediable vocación de pelear a la contra incluso cuando esto no reporta ni siquiera el rédito de un estético malditismo.
Igual que de chavales se echaron al río con entusiasmo para pescar las más dulces melodías, vuelven para testimoniar que no tienen otra manera de vivir que a través de sus (preciosas) canciones. Más allá de la ignorancia e indiferencia de público y crítica, existen otras motivaciones para levantar castillos en el aire. Que alguién tan talentoso y tan injustamente baqueteado por la suerte como es Michael Head, se anime a firmar una colección más de canciones a pesar de que lo más probable sea que se las lleve, de nuevo, el viento no puede más que encender una chispa de emoción y simpatía en nuestros corazancitos. Si además el disco es bonito, no queda más que rendirse, aunque sea sólo por necio romanticismo... ¿no?
shack michael head 80s pale fountains
5 comentarios:
Cuando he leido el nombre del post- pensaba que ibas a hablar sobre Taniguchi, pero esto es casi mejor.
Pues al final aquel vinilo de Shack que me regalaste me sorprendí poniéndolo un montón de veces, hasta que se me estropeó el plato y no lo pude oir más, algo que voy a solucionar muy pronto-y por fin- auto-regalándome en mi cumple uno nuevo, y así podré volver a escuchar sus temas, clasicotes de los que enganchan.
Es que ese vinilo es una maravilla, Botibol. A mi Shack me parece que, a lo tonto, a lo tonto te van enganchando y, como dices, te encuentras que sus discos los escuchas mucho.
Clásicos si que son pero, qué quieres, los gorgoritos de Michael Head me llegan al alma. También es increíble el disco de Michael Head & The Strands que me grabó en su día M.E.H.
Botibol, te dejaste aquí una chamarrita, está sobre una silla. Me produce cierta inquietud. De lo de aquí no digo nada.
Asi que está allí, que bien.
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