04 abril 2006

Márgenes relativos

Madrid no es una rock city, pero no se puede negar que, en términos generales, voluntad no falta y hay fines de semana en los que parece que todo el mundo se compincha para fingir que nuestros undergrounds dominicales se dirigen a alguna parte. De ilusión también se vive, por lo tanto, cuando se concentra la actividad pop y se suceden los conciertos parece que la cosa está que arde. Dos grupos emergentes y una de las bandas que con mayor acierto ha sabido mantenerse en la eterna modernidad, se ven las caras en localizaciones diversas... tres flashes que hablan de los principios y de los finales de nuestras aventuras subterráneas. Puede que sea posible que nuesta escena no vaya a ninguna parte, pero hemos podido comprobar cómo todavía hay márgenes para permitirse alguna que otra victoria no tan pírrica.


Beef presenta en la sala El Sol su útimo album, Victoria Principal (Ejército Rojo, 2006); un hipnótico ejercicio de estilo en los que se ahonda en ese imaginario contradictorio, fruto de la colisión entre el íntimo ánimo avant-garde y una lúcida apreciación en torno a la situación ambiental. Beef hace música desde la interzona; un costumbrismo cada vez más tangencial en el que se reconstruye la España de la disgregación mental.


Verbenas siderales y vuelos rasantes en torno a los tipismos locales. Tal vez este sea el mejor disco de una trayectoria que, cada vez más, se dibuja como un viaje al interior de la modernidad contemporánea española, asumiendo sus contradicciones y trasmutando nuestros abundantes residuos culturales en canciones peculiares e idiosincrásicas. El caso es que los Beef se presentan en Madrid acompañados de unos Garzón que, a su manera, también forman parte de esa realidad artística local, de la situación ambiental y que, en cierta medida, también viven a medio camino entre esa realidad y ese deseo que estructuran los anhelos de nuestra escena pop. Dos visiones sobre las tablas de El Sol que resultan asombrosamente complementarias, en cuanto que hacen gala de un amistoso e involuntario antagonismo cultural. En un caso, la imposibilidad de dejar de ver dónde nos encontramos, la traducción literal de esa geografía y como resultas de ello la aparición de una canción conscientemente política, difusa en la forma y acerada en el fondo. En el otro, la imposibilidad de superar las pretensiones, abrir los ojos y empezar a ver las cosas claras. Fragmentos de la intrahistoria latente en nuestro culture clash que ofrece de esta realidad nuestra. La política para Beef parece ser el pasmo ante la combinación entre nuestros neo-delirios modernos y el cutrerío mostrenco del que parece imposible que salgamos. Por eso, su puesta en escena es hipnótica, cafre, sutil, salvaje y lírica. Por eso sus canciones oscilan entre la sátira amarga ante la mendacidad intelectal local y el extrañamiento autista. Concierto excelente y peculiar el de estos heterodoxos tranquilos que han sabido, con hábil sagacidad, trenzar la distópica narración de nuestras pequeñeces con el deseo de vanguardismo utópico. Excelente sonido, excelente puesta en escena e irreprochable actitud la de estos clásicos contemporáneos.



Por su parte, los Garzón se están consolidando como un muy efectivo grupo de pop-rock de toda la vida y para todos los públicos. Musicalmente cada día más cerca de La Guardia que de los Feelies, Garzón, se pongan como se pongan sus seguidores, se están instalando en un sonido anodino, cada día más cerca de ser un insulso combo indie-yeye del que se podría decir que “sería muy saludable que empezase a posicionarse políticamente” (ellos mismos en referencia a los grupos indies españoles, Go Mag febrero). En cualquier caso, su concierto fue una contundente muestra de que el pop-rock como género sigue gustando muchísimo en Madrid sea de izquierdas o de derechas a tenor de cómo bailaba sus canciones parte de la concurrencia. Por otra parte, la noche fue bastante agradable y es de justicia destacar que, a pesar de todos los pesares, hubo personas underground que dieron muestras de bonhomía y señorío cuando se encontaron con este atrincherado plumilla.




El domingo, uno se levanta y vuelve a escuchar Victoria Principal y piensa en las palabras de Song that seems true, “Victoria Principal / por un estrecho margen / tambores de Burundi...” y no puede evitar agradecer que todavía haya alguien que se dan cuenta de que aquí nadie sepa “donde va / empiezan a contar / bellisimas mulatas en playas tropicales / va a tensar las cuerdas / fusiones del metal / miguel pide la cuenta / un sueño oriental / estoy desconectando / tarifas engañosas / olor de multitudes / miraló / tomalo / sientelo / ¡hum!”. No es, desde luego, una mala evocación del estrecho margen el el que se mueven nuestras subculturas pop. Mientras tanto, bajamos hacia El Rastro para ver a los Cohete. Aunque no se crea en Madrid, o no lo parezca, a mi Cohete me gustan. No tanto como Detergente. Pero eso tampoco es malo, ¿no?



Hace unos años, el señor Víctor Coyote en un gesto de chulería escénica, se desmarcó con el simpático formato de concierto-aperitivo dominical que recuperan nuestros peculiares Soft boys castizos. Cohete se presentan así en el bar El Elefante Güin; a veces fondo y forma coinciden en la generación de fabulosos crossovers de pop cheli. No hace falta que la vida sea ni lounge, ni mucho menos lynch para disfrutar de estos encuentros diurnos. Así que, ¡bravo por los live acts con vermú! Pop con unas cañitas; y aquí habría que volver a recapacitar sobre si lo de los Beef es surrealismo o es simple y llanamente pop naturalista. Éste es el margen en el que nos movemos, ciertamente. A veces parece ensancharse, afortunadamente. Cohete se mueven con soltura en el subsuelo, así que el decorado escogido es la cueva del bar y el tono es una desenfadada muestra de cómo uno puede divertirse sin más, tocar unas canciones y compartir un rato dominical con la facción más irredenta de su público... Con el aire tranquilo de las cosas que se hacen porque sí, Cohete, presentan un set de una hora a la que seguirá otra que nos escamoteará la dinámica difusa del aperitivo madrileño. Pero ahora estamos en la primera parte del concierto y Cohete están desenvueltos, como siempre muy eficientes. Sale la vertiente más pop, la trompeta se acomoda más al sonido que las veces anteriores, en ocasiones la intensidad desborda alegremente el inevitable lado cerebral de la banda, incluso los aires progresivos se transmutan en un espíritu footstomper que recuerda poderosamente a unos Orange Juice. Talentosos y relajados, hay más melodía en sus cambios de rasante y, si bien todavía siguen haciendo gala de una querencia por las estructuras complejas un poco enervante, algunos rítmos rompen parte del discurso del método al que nos tienen acostumbrados. No son Detergente, dirán algunos. Es cierto, hay un algo de encanto y candidez que se ha llevado Jonston consigo, puede que de manera irreversible. A cambio, hay esta vez un nuevo desparpajo. Ya digo, Cohete son talentosos, lo suficiente como para saber que están en la búsqueda de esa canción que les permita cuadrar los círculos concentricos de su sonido. Pero, además son listos, tienen buena planta y les gusta la música, por eso saben que ese proceso es mejor afrontarlo en eventos como estos, curiosos, simpáticos, que sirven para acelerar la primavera y seguir animando el cotarro. Salidas matutinas, aperitivos pop, conciertos inusuales, una energía resuelta que insufla optimismo al público y nos hace recapacitar sobre el hecho de que puede que no estemos tan bien, tan bien, como muchas crónicas interesadas parecen hacernos creer pero tampoco tan mal como pensamos algunos.

En la pausa de descanso, nos perdemos en una deriva por el centro de la ciudad, poblada de melendis y bebes que toman el sol y tocan los tambores. Así están las cosas en el mundo real y, aún así, con el solecito uno se acaba por olvidar de hecatombes culturales y se dedica a pasear tranquilamente entre esta chavalería de treinta años, hasta que se encuentra con Las Pulpas que echan la tarde indolentes y divertidas. Definitivamente, hay un cierto margen de reacción underground, focos de interés, eventos peculiares, sonidos un poco menos normalizados. En realidad no es tan complicado; sólo se trata de Madrid, una ciudad que siente la responsabilidad de recuperar el relumbrón pop, algo que sólo consigue cuando da rienda suelta a ese gracejo vecinal y a un encanto cafre que no deja de tener su aquel. Sobre todo cuando empieza a dar el sol en los pisos bajos de nuestra realidad musical, como ha pasado este fin de semana con tanto jaleo musical.


Beef y Garzón tocaron en la sala El Sol la noche del sábado 1 al domingo 2 de abril. Cohete se presentaron en El Elefante Güin el domingo a las cuatro de la tarde.


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