13 febrero 2006

ARCO 06. Se acabaron las curvas en la autopista del eterno retorno

Un año más decimos adiós a la madrileña feria de arte contemporáneo. Por delante tenemos 365 días para comprobar la materialización de esas tendencias que unos y otros quieren ver entre los stands. Cuando se apague la última luz, empezará la cuenta atrás para confirmar si la pintura vuelve, si se acabaron los años de plomo de la instalación y el vídeo o para descubrir si tenemos que hacer caso o no a las cosas de Ana Laura. Lo cierto es que el sentimiento era unánime entre público, artistas y expositores, este año la feria ha estado mucho más correcta, más interesante con más obra propiamente artística y menos acción social de vanguardia y aparatajes audiovisuales. Y además suben las ventas. El final de la etapa rectora de Rosina Gómez Baeza marca el año 0 para convertir nuestra hoguera de modernidades en una feria seria y comedida (“Art Basel-Art Basel” era el mantra repetido por todos). Y todo al mismo tiempo que se demuestra que hay atolladeros de los que se puede salir y se empieza a intuir que el nuevo puritanismo estético que nos llega de tierras germanas puede terminar por convertirse en la ventaja competitiva que garantice un digno índice de crecimiento económico para el mercado del arte.


Pobre Rossy de Palma, paseándo el sábado por los pasillos de ARCO como si fuese una sombra de ese pasado vertiginoso y loco de aquellas ferias en las que uno iba a pintar la mona, dejarse ver, lucir palmito y hacerse una foto con la obra conceptual del momento. Los tiempos cambian y aquí empiza a hacerse patente que la provocación artística, la farándula y el colorín ya no ofrecen resultados económicos dignos de ser tenidos en cuenta. ARCO cumple 25 años y empieza a volverse un evento (auto)reflexivo. Pobre de aquel a quien estole pille con el pie cambiado y el bluetooth colgando de la oreja mientras grita nombres de personajes de la cultura, menudo ridículo va a hacer. Uno sigue encontrando modernos y modernas, por supuesto, vídeos obscenos, abyecciones, acciones y situaciones, viderocreaciones y cibachromes, claro, pero cuanto más los mira, más le da la sensación de que no son más que el residuo cultural de la década pasada. Uno se pasea entre los tony ouslers, uno los mira con cariño, uno no puede evitar dejarse llevar por la nostalgia y una cierta lástima. Cómo pasa el tiempo de rápido, ¡hay qué ver!


Siguiendo de manera inflexible la norma de menos es más, esta edición de ARCO ha optado por la sobriedad y un rígido criterio intelectual. Nada sobra, no hay árboles que no dejen ver el bosque y las propuestas más sensacionalistas han sido mantenidas bajo un estricto control espacial, formando un margen de stands que no interrumpe el recorrido de la visita. Y es que parece que se ha llegado a un consenso generalizado acerca de la necesidad de empezar a dotar de contenido espiritual a los fenómenos artísticos. La vuelta de la pintura ya es un hecho y hay que vincularla a dicho consenso; lo mismo sucede con la escultura. Parece que de manera global se ha identificado que la hondura y la reflexión constituyen la única ventaja competitiva que puede evitar que el arte pierda cuota de mercado frente a otras diciplinas propias de la era del infotainment. A los coqueteos con el mundo de la publicidad y los casamientos contranatura con la sociología de salón se contrapone ahora un regreso a la materia pintada, al cuidado por la forma, a la unicidad de la obra de arte y a la relevancia de la consideración estética. Así, no es raro poder ver de forma obsesiva a Gunther Forg, cruzarse con Brandl y Zitko, encontrarse con los hermanos Oehlen o con las monolíticas esculturas de Franz West. Parece que la única veleidad que se ha permitido este año la feria es la sucesión interminable de mini-animaciones de Julian Opie, bonitas y simpáticas.


Más pintura, ya decimos por todas partes, y más optimismo en general. Parece que es más sencillo defender la relevancia del arte y su capacidad para trascender la industria del entretenimiento secundado por un inmenso cuadro de Helmut Dorner que por un vídeo de Tracey Emin. Lo cual parece obvio en estos tiempos de capitalimo melancólico, mercadotecnia dura y desengaño pero no lo era tanto en aquella blanda fase expansiva de la Sociedad de la Información que fueron las años noventa. Más vale tarde que nunca, en cualquier caso. Por lo que respecta a los artistas nacionales, hay que decir que siempre llena de alegría ver cómo las obras de Antoni Tàpies del año 2005 están plenas de energía mental o que Campano deja un par de obras más que interesantes... en fín, incluso hace gracia constatar la pérdida de mano (y posiblemente de juicio) de luminarias como Luis Gordillo o Broto. En definitiva, una vez que han quitado las luces y los cacharros nos damos todos cuenta de que, efectivamente, la pintura ha vuelto. Da alegría pasearse y ver obras de arte, no acciones o situaciones, y apreciar que existen asideros visuales y estéticos más allá de los dicursos vacuos y los múltiples cut-ups mal hechos de Julia Kristeva. Es bonito, ver cuadros y esculturas. Así de sencillo.



Lo único que falta para que nuestra alegría sea total es que empiece a llegar la buena pintura. Porque lo primero que ha llegado en este retorno son los cuadros de registro amable y decorativista... informalismos blandos para que el cambio no resulte violento. Obras dóciles por si las cosas se tuercen... tal vez sea el momento de empezar a introducir (de nuevo) el factor riesgo en la ecuación mental del arte. Porque, no nos engañemos, la única manera de captar nuevas audiencias es ofecer precisamente aquello que no se incluye en el marketing mix de los media... esto es, incertidumbre, imaginación, verdad, peligro y belleza. Y de esto en ARCO 06 se han visto solo apuntes, aproximaciones y bocetos. Mucho se ha avanzado desde aquellos momentos de delirio en los que pasear entre los stands era lo más cercano a recorrer el fluído mutante de la irracionalidad del sistema de capitalismo global, con sus pulsiones formando obscenos cromos de autocomplacencia autorreferencial, multiculturalismo onanista y solipsismo. Por muy bien que lo pasásemos, aquello no podía seguir así.



La pintura ha venido para quedarse y a muchos les pilla con el pie cambiado y a otros, por el contrario, les produce una tremenda e irrefrenable euforia. Lo cierto es que este ARCO supone la recuperación del norte, la corrección y la formalidad en el mundo del arte. Pero nada más que eso... en principio se acabaron las curvas en la cinta de moebius de la postmodernidad, empieza a recuperarse el sentido. Queda pendiente empezar a generar contenidos con calado porque de lo contrario, si la pintura que viene es la de la tranquila abstracción de la nada, seguiremos en las mismas que antes con la diferencia de que nos aburriremos más ya que no podremos entregarnos ni siquiera a nuestras más bajas pasiones estéticas, como hicimos durante años con Ana Laura o con Carles.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, no suena mal,habrá que ver si es cierto. A mi, desde mi perspectiva poco evolucionada para esto del arte, me molaría que volviera la figuración.Es que despues de estar milenios pintando temas religiosos y mitológicos, cuando llega la supuesta libertad para representar lo que les da la gana, se cansan en apenas un siglo los tíos, no les dio tiempo ni a desarrollar una iconografía moderna bonita.A mi la abstracción me vale para un rato, y los que molan, porque hay truños en un elevado tanto por ciento.
Ya se que esta es una argumentación como del siglo pasado y tal, pero oyes, es la mía.

Anónimo dijo...

¡Y la mía también!
Ahí la ha clavao usté señor botibol, cómo se nota que usté domina el tema.
Es una queja justa, sincera y bonita. Aunque a mí se me antoja que lo de esa nueva figuración de marras que anuncia karpov guarda un peligro cierto. Si acabara por envolvernos con su bello manto color carne (más allá de esos anecdóticos hiperrealismos que compiten con los manchurrones en los pasillos oficiales del siglo 21), sólo serviría para que la omnipotente abstracción saliera a la superficie a tomar aire para poder seguir acometiendo más tarde, ya pletóricos de oxígeno, la sistemática destrucción de la sensibilidad artística del ser humano. Y esta lucha titánica sí que es un tema mitológico digno de ser inmortalizado en un enorme lienzo.
Generalizaciones aparte, los artistas que visten las paredes de entidades bancarias, ministerios y similares deberían aspirar a perfeccionarse en el campo que les es propio, el de unos artesanos decoradores. El problema es que si lo observas como un elevadísimo arte resulta vacío, falaz y casi invariablemente feo, y si lo comparas con la decoración de, no sé, por ejemplo las paredes de la Alhambra, ya te partes el pecho.
Y esto lo digo sin tener ni puta idea de arte, de psicología, de filosofía, ni de nada. Que conste.

Karpov Shelby dijo...

La verdad es que yo también confío en el regreso de la figuracón y, es más, en la vuelta de los TEMAS; pero con mayúsculas.

Lo que no veo es que sean incompatibles con la abstracción e incluso con alguna que otra forma fronteriza con los terrenos del entretenimiento / mercado. Ahí está Marcel Duchamp como maestro de la prestidigitación y del vacío trascendente o la trascendencia hueca... según prefieran unos u otros.

Y, sí, lo de la artesanía y el procedimiento también debería volver a aplicarse haya entidades bancarias de por medio no no. De hecho ¿no fue el pedazo de socialista utópico y prerrafaelista de Morris quien fundó una escuela de artes decorativas como parte de un proyecto de engrandeciemiento del ser humano?

Anónimo dijo...

Lo que no veo por ninguna parte mínimamente procedente es que os montéis las pelis estas de la figuración bucólica con más razón que sendos santorales para luego sancionarlas muy gravemente con las típicas paridas de "desde mi perspectiva poco evolucionada para esto (sic) del arte" o que si no tengo ni puta idea y mierdas así; vamos, hombre, que se nos hunde la góndola al doblar la esquina. En figuración, si vuelve algo, que vuelva el "tema" paisaje, lo digo por intuición y porque, al no molarme especialmente, tiene uno al menos la esperanza de una cierta confrontación, cada vez más rara de encontrar en versión polícroma bidimensional.

El lector de comics dijo...

"Iconografía moderna bonita"??? Señor Botibol: ¿A quién le importa lo bonito? Si quiere algo bonito póngase una margarita en el ojal y una pluma en el sombrero... aunque claro... eso ya lo hizo Carlos Pazos. No sé qué pensará usted de él....

Anónimo dijo...

Hombre Jordi,por "bonita" en este caso no me refería a la acepción común de "bellla", si no que forma parte de una expresión moderadamente irónica, como si dijeramos: "la canción política de los garzón llama a una insurrección juvenil bien bonita".
A Carlos Pazos no le conocía, las obras que rulan por la internet parecen un poco churro, como collages poco inspirados con referencias bobas a la cultura pop.
Muy chulo su blog por cierto, ya que está por aquí.
Y si Marcos, las paridas autojustificativas a las que te refieres siempre suenan fatal.

El lector de comics dijo...

Amigo Botibol. Al hablar de Pazos no me refería a su obra sino a él mismo. Él mismo se considera una obra de arte bella. Tengo algún link gracioso pero no sé por qué extraña razón no cabe en el recuadro éste. Si encuentro alguno más corto ya lo incorporaré.

Anónimo dijo...

Lamentable la mini-expo de María Corral
Sorprendentes descubrimientos Clare Rojas, McGee y Templeton...
Todo lo demás, excepto en muy muy contados casos, más de lo mismo