11 julio 2005

The fear is on: escuchando la maqueta debut de Espanto

Espanto es Teresa, Espanto es Luis como se aclara en las notas interiores de la primera maqueta de este dúo lírico riojano. Espanto ha consumado una mini-ópera DIY que resume en cuatro canciones un concepto sonoro, el murito de sonido, unas obsesiones artísticas (la búsqueda espiritual de Stephin Merrit, el encuentro de Dan Treacy) y una visión peculiar del mundo desde la frontera de países habitados por personas pequeñas en tamaño y gigantes en estatura.

Hace una temporada larga que Teresa y Luis venían amenazando con lanzar una maqueta bajo el nombre de Espanto; en la puerta del último concierto de Magnetic Fields en Madrid nos contaban su peculiar concepción del back to mono, el murito de sonido, que iba a ser el elemento idiosincrásico de la grabación. En la fiesta de despedida del Tremolina, nos enteramos que incluiría una versión de TV Personalities. En alguna conversación telefónica detallaban algunos ensayos en salones propios y ajenos, formaciones variables, etc... pero como es sabido que los buenos propósitos artísticos son lo primero que se diluye en la rutina, Espanto pasaron al limbo metal de los work in progress artísticos proyectados por nuestros amigos.

Por eso la sorpresa fue mayúscula cuando cayó en mis manos este CD-R de primorosa, burtoniana y desternillante portada con cuatro cancioncillas interpretadas, arregladas y grabadas en casa con una guitarra, un PC cargado de freeware de edición musical, melódicas y un ukelele de juguete. Dos versiones y dos canciones propias en las que Espanto presenta su peculiar visión de la composición, producción y edición doméstica: sencillez, candor vainiqueño, preciosismo a baja fidelidad, humor y coros, homenajes y tirones de orejita a los ídolos (impagable esa conversión de Young and Insane de Magnetic fields en Yo ya ni sé).

A dúo, cada uno por su lado, haciéndose coros el uno al otro, haciéndose los tontos, haciéndose unas risas… Teresa y Luis han pergeñado una maqueta muy variadita y entretenida en la que han puesto todo su saber musical y vital lo que es muy agradecido para el oyente (mira lo que hacen aquí, mira como cantan allá, mira que arreglito, mira qué reverb). Empiezan con Por mirarle, una canción de amor y caja de ritmos que narra una sucesión de mini-declaraciones fou muy bonitas. Una canción que podría haber estado en el Saudade de Los Le Mans, si el Saudade no hubiese sido un disco tan rollo. Muy bonita y muy divertida también es Yo ya ni sé; veranos aburridos, declaraciones de amor como de Los Cinco, viajes en coche como los de los Smiths (en tu coche / a toda velocidad/ por la costa/ nos vamos a matar/ pues ya lo ves/ ¡estamos vivos!). Odas contra la Navidad (y con este calor) que podrían figurar en la banda sonora de un film de Santiago Lorenzo, o en un hipotético disco “Tim Burton canta en español”... Hasta aquí muy bien.

Y cambiamos de párrafo para reseñar la joya del CD: su particular interpretación de The girl who had everything. La Chica del Millón, es desde ya, sin duda, sin posibilidad de réplica, una de las mejores versiones jamás hechas de los TV Personalities (y lo siento por todos los que lo han intentado, incluida la pandilla de Discos Harte). Las razones para decir esto son múltiples y de peso: a saber: la letra es perfectamente fiel a la original, está adaptada con gracia y sentimiento, está cantada con emotividad indie (un diez para Teresa como cantante solista), logran reproducir el increíble clima de la original (algo casi imposible) y, además, incluye un arreglo de batería que ya le hubiese gustado a Joe Foster que se le hubiese ocurrido, ya. Eso sin contar con que el título es de por sí todo un acierto. Y sí, ya se que es una faena para los Espanto que se hable las canciones ajenas más que de las propias... pero haciendo una versión tan bonita y tan sobresaliente ¿qué quieren que diga?

En suma, un artefacto sonoro bien simpático el que nos ha dejado este dúo de filibusteros que está en una de esas temporadas de sobreabundancia creativa muy bien llevada. Porque no nos olvidemos que ahí está también el fanzine El Optimista, del que se espera ya su segunda entrega como agua de mayo. Y a saber qué más porque con la cantidad de vacaciones que tienen en La Rioja es previsible que los Espanto tengan cuerda para rato.

Consíguela en:
optimista@hotmail.com

09 julio 2005

Brian Wilson, ¿puedes oír la música?

A veces la historia del pop le sorprende a uno en los sitios más inverosímiles. Anteayer, sin ir más lejos, en uno de esos festivales con que el rock-critic, concejal sentimental y gestor cultural Luis Lapuente suele animar el estío de la serranía madrileña, pudimos disfrutar la epifanía de San Brian Wilson. El eterno beach boy apareció durante dos horas, desgranó éxito tras éxito, toco el bajo y sacó a bailar y cantar a su nieta (?) rodeado de una banda que parecía escapada de una edición extrema de los MTV Awards circa 2036 e interpretó con más que corrección el papel de fugaz destello del pasado. Eso sí dejándonos con una sonrisa en los labios, todo hay que decirlo.

Poco importaron los aspectos más cuestionables del espectáculo porque, al final, allí estaban esas canciones que están selladas a fuego en nuestra imaginación y la persona que las ideó cantándolas y, por un momento, creímos recuperar un pedacito pequeño de esa magia con la que hemos soñado tantas veces frente a nuestros equipos de música. Si partimos de la premisa de que buena parte de la herencia de la música pop hace tiempo que pertenece más al reino de la fantasía que al de la historia, el concierto del pasado jueves por la noche sólo podía satisfacer plenamente a los fans más cerriles (esos a los que sólo les basta ver como sea a la estrella en cuestión para que les salten lágrimas de emoción). El resto de los asistentes acudíamos movidos por el revuelo del regreso, las buenas críticas y algún testimonio que afirmaba que ver al genio teen en directo era una experiencia casi mística; eso sí implorando en secreto a las divinidades del pop que nos ahorrasen uno de esos tragos difíciles de digerir de estrella ya sin fulgor y sobrelevando una decadencia poco estética.

La mayoría de los que acudimos a Collado Villalba en procesión a pesar de estar movidos por la citada, e incuestionable, mezcla de curiosidad, admiración, respeto y conciencia de la ocasión única que se presentaba, en ningún momento llegamos a pensar que acudíamos a ver a ese Brian tocado por la mano de dios capaz de idear las más increíbles sinfonías adolescentes. No, todos sabíamos que ese Brian Wilson angélico es patrimonio exclusivo de nuestros sueños y sólo se le puede conjurar pinchando Today, Pet Sounds y, en menor medida, el reconstruido Smile.

En esas estábamos cuando, acompañado de una banda insólita de músicos que parecían salidos de ese Sunset Strip en el que reinan los conglomerados de la industria del entretenimiento y la gestión de contenidos culturales, sin más pompa de la necesaria (bastó un Señoras y señores... con ustedes Brian Wilson!, gritado por un roadie-maestro de ceremonias para dar comienzo al acontecimiento), apareció Brian Wilson. Y, a partir de ese momento, ya nadie pudo ser objetivo de ninguna manera. Pudimos ver un concierto planteado simple y llanamente como una sucesión de éxitos, interpretados con respeto por el original (salvando ligeras concesiones al AOR); un espectáculo para todos los públicos en el que prima la diversión y el eterno poder de seducción de unas canciones que se han convertido en canon de una determinada forma de felicidad eterna; esto es lo que ofrece Brian Wilson en el año 2005. Ni más ni menos.

Porque ¿quién puede juzgar la calidad de un concierto cuando se suceden una tras otra canciones como Sloop John B. ; Help Me Rhonda; Sufer Girl; Fun, Fun, Fun; God Only Knows; Please let me wonder; Do you wanna dance; Heroes and Villains o California Girls hasta llegar a las inefables Surfing USA y Good Vibrations, para cerrar tras dos horas largas en el segundo bis con una emotiva Love and Mercy? Nadie, en realidad. Poco importa que, por un momento, te des cuenta que Brian está probablemente leyendo las letras en un teleprinter; o que el tío de las luces haga un baile desde la torre de iluminación digno de aparecer en un vídeo de Billy Joel; o que el saxofonista se haga un solo de esos de borde de escenario... Estas y otras cosas que no se perdonarían a nadie, se diluyen en una suerte de sortilegio. Porque son ESAS las canciones que han venido tantas veces al caso, y es ESA la persona que las escribió y que ha permanecido en un Nunca Jamás vallado con microsurcos durante miles de años. Y uno, que está resabiado, descubre que tiene su corazoncito y estas cosas le llegan (sea correcto o no reconocerlo).

Y, sí, cuando todo termina uno se da cuenta de que a Collado Villalba no llega el rumor de las olas de las playas de California y que ni la historia ni la fantasía tienen doble dirección . Pero, creo que no me equivoco al afirmar que, por un momento aunque fuese diminuto, todos creímos oír esa música que, como diría el inventor del cinismo sentimental en el rock, vino a salvar nuestra vida. Y, la verdad, tal y como está la cosa, no creo que sea justo pedirle a ninguna estrella del rock por encima de los 60 años mucho más que eso. Y menos que a nadie al bueno de Brian.
Brian Wilson tocó el jueves 7 de julio de 2005, Collado Villalba.