26 diciembre 2005

Will you take me to the movies?


Desde la Tremolina eléctrica rebotan una propuesta no por típica menos exenta de complicaciones: escoger nuestras películas favoritas. Antes de acometer esta tarea, habría que aclarar que mi relación con el cine ha oscilado siempre entre la fascinación y la impaciencia. Ambos sentimientos dificultan realizar la típica lista, pero permiten la evocación de algunos momentos a medio camino entre el sabor del veneno y el de las palomitas.


Fascinación ante la magia eterna de la caja de luz, ante la imagen cinematográfica y su capacidad de fijarse de manera aleatoria como recuerdos en falso en la memoria; ante la facultad del cine para construir una cosmogonía insustancial basada en lo efímero y lo fugaz. Pero también impaciencia ante los complicados aparatos críticos articulados por los hermeneutas del celuloíde, tanto por los cronistas cnematográficos seniles y su absurdo formalismo clasicista y anti-moderno como por la impostada revuelta de los narradores de lo psicotrónico. Sin contar las molestas disciplinas que impone la sala de cine al espectador (silencio, inmovilidad, atención requerida)...


Pero, en general se puede decir
que siento un moderado interés ante ciertos aspectos del hecho cinematográfico; sobre todo aquellos que se vinculan a lo aleatorio del recuerdo fílmico, a las secuencias inconexas sedimentadas en la memoria y a su capacidad de fascinar, una vez liberadas del peso muerto que imponen argumentos, tramas o diálogos... Así que allá van unos recuerdos mal ligados y algunos sueños de celuloide...

Y para empezar, creo que sería justo referirse a los juegos de espejos de La Dama de Shanghai; una oda visual a la mentira y a la desesperación amorosa que acaba desembocando en un fragmentario ensueño homicida. Y, si de juegos de espejos se trata, es imposible no citar esa extraña dinámica que se articula entre El Tercer Hombre de Carol Reed y Larga es la Noche, también de Carol Reed. Viajes nocturnos ambos hacia los límites de las obsesiones que revelan que las persecuciones y las alucinaciones se parecen mucho una vez que se traspasan las fronteras de la legalidad y de la realidad. Lo mismo sucede en la insólita Jo qué noche!, donde lo lúdico acaba llevando a territorios delirantes a medio camino entre lo cómico y lo cruel, para conformar la contra-comedia noctámbula por antonomasia y retratar esos viajes modernos a la noche occidental profunda, tan en boga hoy en día.


Es la misma laberíntica conexión que se establece entre Picnic y Vértigo (De entre los muertos), con Kim Novak transformada en un extraño instrumento del destino, capaz de devorar cualquier asomo de argumento en una muestra inquietante de la capacidad totalitaria y estética del icono de la femme fatale; una imagen sensual y obsesionante, por otra parte, capaz de devolver el sabor a sal al verano y resucitar a las difuntas en noches blancas y bochornosas.

Es imposible no coincidi
r con el Sr. Tremolina a la hora de escoger El Apartamento, tal vez la única película que ha sabido retratar con absoluto acierto un tipo de desconcierto urbano más barato que la melancolía pero que a la larga resulta más caro que la tristeza. Y hay algo en su capacidad de descubrir cómo la vida moderna está fundamentalmente cimentada en cosas que no se mencionan que hace que se empareje de manera irremediable y natural con Terciopelo Azul. Por otra parte esta última es, a mi juicio, la mejor película juvenil de todos los tiempos. La mejor obra sobre el pop, sobre la excitación, la maldad, la atracción por lo oculto y el tránsito por los lados salvajes. Siempre más cercanos a la valla del jardín de nuestros vecinos de lo que podría parecer.

En clave menos romántica, podemos ver algo parecido en esa otra gran película pop que es Algo Salvaje, donde se confunden huídas no premeditadas, encuentros casuales y enredos sexuales fallidos en cuartos con paredes de cartón. En suma, historias de amor anómalo que se perfilan sobre atardeceres pintados con aerógrafo.

Anomalías que son tan cercanas que a veces se confunden, mezclando el
amor fou, la tontería y la aceleración mental en una vorágine irreconciliable. Como sucede en las fugas narradas en Al final de la escapada y en Pierrot le fou. Películas en las que uno no deja de reconocer una cierto ideal juvenil, no aunque no sin un cierto sofoco a estas alturas. También es inevitable no sentir una cierta tristeza, recordando estas películas, ante un mundo en el que los arquetipos pop no tienen más opción que la resistencia pese a que ésta no les lleva más que al agotamiento y la desaparición.

También creo que debería mencionar aquellas otras icursiones en los terrenos de la inteligencia que son El Bazar de las Sorpresas, con su peculiar manera de revelar y
encubrir con torrentes de palabras lo que la imagen no debería narrar (en una estrategia brillante que mantiene intacto con el encanto de contar historias). Algo parecido a lo que sucede con la melancolía de Desayuno con Diamantes o la ansiedad monstruosa de Sola en la oscuridad. Las tres verdaderos homenajes a lo que se lee entre líneas...

Y faltaría una última película, para completar una lista que es muy difícil no dejar incompleta. Tal vez debería ser Ciudadano Kane, la escogida; y tal vez
por ser la más totalizadora y la más triste y la más cinematográfica ya que es la única que nos hace ver que el cine no es más que un intento de fijar aquello efímero que se va perdiendo (esos Rosebuds acumulados en los almacenes de nuestra mente) para salvarlo sin éxito. Y que son esas imágenes dispersas, aleatorias y emocionantes las que dan sentido a una narración que sin ellas, como sucede con la vida de Charles Foster Kane, se reduce a una enumeración de hechos inconexos cuyas versiones se multiplican sin conducir nunca a verdad alguna. Justo lo que ni los críticos, ni los aficonados quieren ver nunca en el cine. Justo lo que a una persona dispersa y tendente a ser cautivada por linternas mágicas diversas puede hacerle apreciar este peculiar arte en el que luz y oscuridad deben respetar escrupulosas proporciones.




7 comentarios:

Anónimo dijo...

A Shelby no le gusta el ciiiine, a Shelby no le gusta el ciiiine...

Karpov Shelby dijo...

Bueno, tal vez no sea una lista de peliculas cool, como para presentarse de critico a Cale 13, botibol, pero no me dirás que no has vibrado con ese inmenso dramón que es Picnic (pelicula muy Austrohungara además, tanto en el fondo como en la forma)que no me lo creo.

Anónimo dijo...

Jejeje...ya sabia yo que Karpov Shelby tenía un dram interno con las imágenes en movimiento, por eso le incluí en el Meme..Por cierto, que su selección es impecable y la suscribiría gustoso.
Popr cierto, el sueco este de la tesis sobre el C86 me ha dado permiso para traducir su escrito y publicarlo en la web.

Anónimo dijo...

No, si yo lo decía sobre todo por picar, bueno, y también porque se ve cierto desinterés por el medio, es un poco como si a una persona que le interesa el pop así por encima le preguntas sus 10 discos preferidos y te dice uno de los Beatles, otro de los Rolling, uno de Nirvana, etc, pues está bien, pero es de poco mojarse.
Mi lista va ser de las cool,y no solo para dármelas de enteradillo, si no porque cuando te mola mucho algo pues vas buscando sus expresiones mas emocionantes, como te pasa a ti con el indie y otras obsesiones, vaya.
Y no he visto Picnic, pero me la apunto, estoy totalmente de acuerdo en lo de Terciopelo Azul y en general con lo que dices de las pelis ,alejado de las fórmulas del cinéfilo.Si hay algo que he aprendido es que mola hablar de cine casi con cualquiera menos con un cinéfilo.

Anónimo dijo...

Pero bueno, ya os vale. Solo por elegir Odd Man's Out yo ya me suscribo hasta las listas de la compra de Karpov. Mi lista es esa peli del número uno al 10.

Anónimo dijo...

Y qué me dices de Tela de Araña de Vincente Minnelli, de Gene Tierney en Laura o en Que el Cielo la Juzgue; Historias de Philadelphia, de cualquiera de la trilogía de Harry Palmer con Michael Caine, de Él de Buñuel, Ensayo de un Crimen, La Noche Americana ....

¿Por qué coño he caído en este blog?

Anónimo dijo...

David Mimo es un "pobrehombre"