Una vez pasada la tormenta Ladyfest y recopilando los materiales adquiridos e intercambiados en los puestecillos de los conciertos, podemos empezar con el ranking de novedades derivadas del festival. En la semana que ha pasado desde entonces la demo de Spider & The Webs ha sido la reina del reproductor de CD. Quien tuvo, retuvo y Toby Vail, a diferencia de muchos de sus cómplices y allegados que saltaron y saltan todavía en la palestra mainstream, se ha convertido en referente ineludible de un cierto underground partisano que se atrinchera en esas pequeñas pero irreductibles Olympias de la mente.
Fingers on strings, hands on skins. whispers, screams, ice on fire. "our music is striped with polka dot flashes". James Maeda, guitarrista de Spider & The Webs
Toby Vail lleva con una sencillez simpatica su palmito de estrella subterránea, tal y como se pudo comprobar en las jornadas de la semana pasada. Se paseaba por los conciertos con bastante tranquilidad, atendía curiosa y, cuando habló en público, dijo algunas de las frases más sensatas de todo el festival. En su actitud se puede apreciar la tranquilidad que tienen aquellos que están exactamente donde quieren, que no ven necesidad de mover ficha y que no están dispuestos a hacer concesiones ni al ogro corporativo ni al papanatismo altrnativo. Como sucede con Amelia Fletcher, se la ve sencilla, amable y pensando más en qué hará pasado mañana que en todo lo que hizo hace cinco o diez años. Que por otra parte es bastante: no hay que olvidar que además de riot grrrrrl fundadora y miembro de Bikini Kill, tocó la batería en aquellos legendarios Go Team que fueron germen de K Records y Beat Happening y quien, si atendemos a la leyenda, sopló al bueno de Cobain la cantinela que decía que el secreto para salvar el rock de los 90 estaba en juntar la cultura indie rock con Black Sabbath.
Así, no es de extrañar que Spider & The Webs fuesen una de las sensaciones de todo el festival (superando en expectación a la legendaria Ana Da Silva). Con una formación en absoluto all-girl, más bien todo lo contrario, Vail cumplió con creces con las esperanzas depositadas en ella. Canciones de alto voltaje, matizadas por una impronta de ese pop americano goloso y rotundo (Spector, Shangri-las...) y vocación de espectáculo juvenil, cambio de instrumentos (Vail a la guitarra, el batería a la guitarra, Vail a a la batería...) y una imagen absolutamente fiel a la tradición rock (gafas de rock, chalecos psicodélicos, guitarrista oriental, el batería de los Dub Narcotic Sound System...) el concierto que dieron se ajustó con exactitud a lo que los cronistas más roqueros y ortodoxos denominarían "una descarga de adrenalina y electricidad". Es decir, perfecto.
Por eso, mientras se sucedían las canciones acariciaba con placer anticipatorio el CD-R de la maqueta de la banda y, una vez desapareció el ruido de la sala, empecé a desear deslizarlo en el equipo de música y ponerlo al máximo volúmen día y noche. Y, desde el momento en que estallaron los bafles al rítmo de Do you really wanna? este disco se ha alzado con el honor de ser la mejor grabación actual que ha pasado en mucho tiempo por casa. Ocho canciones que incluyen una versión guitarrera (y no stoniana) y sensual del Movin' on up primal-screamedélico y otra de Rocky Erickson.
Superando ampliamente a Sleater Kinney por furia bien encauzada en Bacon achin' y por matices pop en la bonita y básica Frozen roses, Spider & the Webs cuentan con un sonido primario, rítmico y vibrante que recupera lo mejor del indie-rock americano y lo multiplica por mil a base de melodías pop de lo más apetecibles. Porque una vez terminada la escucha uno se queda con la grata sensación que dan las cosas esenciales y divertidas, enérgicas y simpáticas; como pegar saltos, golpear un tambor o hacer ruído con una guitarra. Es un grupo que zarandea, pero también abraza, que chilla y que canta; es una maqueta perfecta para todos aquellos que se acuerden de esa década que empezó pidiendo gimme gimme indie rock para acabar presenciando impasible el desmantelamiento de la cultura juvenil por parte de los departamentos de alternative marketing.
Como la intrincada guitarra de la canción instrumental que cierra el disco, Mr. Hypnotist, Spider & The Webs teje una complicada tela de araña en la que va atrapando al oyente con múltiples maniobras, una veces dulces, otras furiosas, siempre estimulantes, creando una curiosa red de resistencia sonora que elude la confrontación maniquea con la cultura rock establecida, eludiéndola y transitando los espacios en los que ésta no está presente. En general, el secreto del disco está en que apela a los principios más puros de la indie nation creando el oásis acogedor y enérgico donde decansar y recueperar la fe en convicciones fundamentales. Algo absolutamente necesario en estos tiempos en los que proliferan las palmadas en la espalda y la satisfacción de haber conseguido aunar arte y negocio en una simpar superación de dialécticas culturales caducas.
Ahora,pensarán algunos, lo que hace falta es que prenda el ejemplo y no tengan que ser las mismas luminarias de siempre las que pongan los puntos sobre las íes. Y posiblemente tendrán razón, pero mientras tanto más vale disfrutar de cosas como esta demo, que para quejarse ya están los plumillas de la prensa gratuita.
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