¡Qué curiosas son las celebraciones culturales en Madrid! Uno sale de trabajar con la intención de dar una vuelta, comprar un libro y pasar la tarde tranquila y termina en un concierto acústico de Víctor Coyote en una emblemática tienda de tebeos de la capital.
Efectivamente, gracias a un chivatazo puntual de mi buen tío Joe D'Allessandro, me entero de que Víctor Coyote ofrece uno de sus micro-conciertos acústicos en Madrid Comics. El Coyote en las distancias cortas gana mucho y, subido a un escenario chiquito, al fondo de la tienda, entre cubetas de comic-books gana todavía más. Si hace unos meses en escenario grande me convenció, pero no tanto, esta vez sí que ofrece un chou amable y simpático. Se le ve más cómodo en este contexto doméstico. Para nosotros, el público que le seguimos esporádicamente epor las calles de Madrid, estos conciertos fuera de lugar son una simpática muestra de inquietud artística y no dejan de tener un toque de prodigio doméstico. Un aire de bohemia local a la par que sofisticada muy de agradecer.
Armado con una guitarra acústica, acompañado de contrabajo, derrochando labia y buen humor, el Coyote ofreció su repertorio habitual. Dedicó un yodel al dibujante Keko (que poco antes había estado firmando tebeos), tocó una sentida canción dedicada a las chicas de las revistas guarras y a la propia tienda - que, como bien dijo, en el fondo sólo vende revistas guarras - y ofreció clásicos de hoy y de siempre (Cien guitarras, Extraño corte de pelo o Azcona 16) que, en formato doméstico, en su lectura de rockabilly acústico, o country casual, si lo prefieren, ganan muchos enteros. Rodeado por lo más granado del underground tebeístico (Olaf Ladousse, Keko o Eloy de Madrid Comics, ejerciendo de satisfecho anfitrión), el Coyote -una vez más- dejó patente su estilo y saber hacer en un pequeño showcase castizo y simpático que culminó con el irónico grito "¡viva el día del libro!". Una buena manera de salirse por la tangente y eludir, sin eludirla del todo, esa Noche de los Libros municipal con que se quiere dar lustre cultural a una ciudad demasiado marchosa para dedicarse a la lectura tanto como les gustaría a los gestores culturales. Yo, en cualquier caso, tuve además mi propio crossover entre el madrileño Día del Libro y el catalán Día de Sant Jordi y me fui contento a casa con un concierto del Coyote y un libro de Josep Pla ¿Se puede pedir más?
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